Bikeriders. La ley del asfalto (2024)

“Bikeriders. La ley del asfalto” (Leatherheads) es una película que, en lugar de un espectáculo de motocicletas, nos entrega una meditación sobre la creación de una comunidad, la fragilidad de la identidad y las consecuencias inesperadas de la ambición. Dirigida por Walter Hill, conocido por su estilo visualmente impactante y su maestría en el cine de acción, esta obra no cumple con las expectativas de un espectáculo de motos puro, aunque sí ofrece una experiencia cinematográfica densa y evocadora, aunque a veces un tanto lenta.

Hill se centra en el nacimiento y la evolución de “Los Vándalos”, un club de motociclistas de los años 60, no como una simple exhibición de velocidad y rebeldía, sino como un microcosmos de relaciones humanas complejas. La película se construye lentamente, casi como si estuviera documentando la gestación de una cultura. La dirección, con su paleta de colores apagados, la cinematografía impecable y su dominio del suspense, crea una atmósfera palpable, casi claustrofóbica en ocasiones. El uso del sonido, en particular el rugido de los motores y los sonidos ambiente de la carretera, es esencial para el desarrollo de la narrativa y la inmersión del espectador.

Las actuaciones son excepcionales. Glenn Close ofrece una interpretación magistral de la matriarca del club, “Mother”, una mujer pragmática, fuerte y con una conexión profunda con sus hombres. Su presencia es fundamental, aunque a menudo silenciosa, para el funcionamiento y la supervivencia del club. Michael Shannon, como el líder, “Johnny”, es un personaje fascinante, consumido por la ambición y la necesidad de control. La química entre Close y Shannon es evidente, transmitiendo la tensión y el respeto que se forjan entre ellos. El resto del elenco, compuesto por rostros relativamente desconocidos, logra transmitir la lealtad y la camaradería de los miembros del club.

El guion, aunque no es una obra maestra literaria, es efectivo. No se apoya en un argumento convencional; se centra en la dinámica interna del grupo, en las rivalidades, las traiciones y la gradual pérdida de la inocencia. Hill logra plasmar la transformación del club, desde un grupo de forasteros y marginados a una banda con una creciente influencia y un aura de peligro. Sin embargo, el ritmo puede ser desigual; algunos momentos se sienten excesivamente largos y la película podría beneficiarse de un desarrollo más profundo de ciertos personajes secundarios. La ambigüedad moral, la película la hace un tanto compleja, sin ofrecer respuestas fáciles al espectador.

En definitiva, “Bikeriders. La ley del asfalto” es una película que recompensa la paciencia y la atención. No es un espectáculo visual deslumbrante, sino una exploración sutil pero poderosa de la identidad, la ambición y las consecuencias de seguir un camino propio. Es una obra que quedará en la memoria del espectador, como un recuerdo de un viaje en motocicleta por carreteras solitarias y sinuosas.

Nota: 7.5/10