Bird (1988)

“Bird” (1988) de Clint Eastwood es mucho más que un biopic convencional sobre el saxofonista de jazz Charlie Parker. Es una disección brutal y, a la vez, conmovedora del espíritu autodestructivo que consumió al hombre detrás de la leyenda. Eastwood, a menudo asociado a la acción y la violencia, demuestra aquí una capacidad sorprendentemente delicada para explorar la fragilidad humana, utilizando la música como un hilo conductor que une la angustia y el talento.

La película se centra en los últimos años de la vida de Parker (interpretado por Alex Gibney), desde su llegada a Nueva York en 1940 hasta su muerte prematura en 1955. No se limita a narrar sus éxitos musicales, aunque estos se entremezclan con escenas de improvisación frenética y vibrante. En cambio, Eastwood se sumerge en las sombras: la adicción al alcohol y las drogas, la soledad, la incomprensión, la desilusión amorosa y la lucha constante por mantener su creatividad a flote. La dirección es magistral en su habilidad para crear una atmósfera opresiva, una sensación palpable de caos interno que refleja el estado mental de Parker.

Alex Gibney entrega una actuación poderosa y reservada. Evita la excesiva teatralidad, optando por una sutileza que permite que la angustia de Parker traspase al espectador. Sus miradas vacías, sus gestos torpemente desesperados, la forma en que se refugia en la música como único escape – todo ello comunica con una intensidad silenciosa. El resto del reparto, aunque de menor relieve, cumplen con creces con sus papeles secundarios, especialmente la interpretacion de Judith Crisp (Linda Blair), la joven y atormentada cantante que representa el amor perdido y la inocencia corrompida.

El guion, adaptado de la biografía de Sue Laurence, es la joya de la corona. Es inteligente en su aproximación al personaje de Parker, evitando la glorificación y centrándose en la complejidad de su ser. Las escenas musicales, coreografiadas con una precisión impecable, no son meros adornos, sino elementos esenciales que refuerzan la sensación de desorden y la búsqueda frenética de Parker por trascender a través de su arte. La banda sonora, compuesta por David Sanborn, es igualmente impecable y contribuye a la atmósfera de desesperación y fascinación que impregna la película. Las largas improvisaciones musicales, aunque a veces extensas, son cruciales para comprender la mente de Parker y la fuente de su genio.

“Bird” no es una película fácil de ver. Es un retrato implacable de la autodestrucción, pero también es una meditación sobre el arte, la fama, el amor y el precio del talento. Es una película que te obliga a enfrentarte a la vulnerabilidad humana y a reflexionar sobre las consecuencias de la búsqueda obsesiva de la perfección. A pesar de su tono sombrío, ofrece una visión inolvidable de un icono musical y de la lucha interna que lo definió.

Nota: 8.5/10