“Bitelchús Bitelchús” no es una película para cualquiera. Es una incursión inquietante, a veces desorientadora, en un territorio que recuerda a las películas de terror familiar de los años 80, pero con un toque de vanguardia y un ritmo deliberadamente pausado que puede frustrar a algunos espectadores. La dirección de Jacob Tiernan es, sin duda, el punto más fuerte de la producción, construyendo una atmósfera de constante tensión y misterio. Tiernan sabe jugar con la iluminación y los planos, creando imágenes visualmente impactantes que reflejan el estado emocional de los personajes y el creciente horror que se avecina. El uso del color, especialmente los tonos apagados y oscuros, contribuye de manera significativa a la sensación de malestar y decadencia que permea la película. No es simplemente un horror visual, sino una exploración sutil de la memoria, el duelo y las fuerzas que nos mantienen atrapados en el pasado.
Las actuaciones son sólidas en todo el elenco. Patricia Arquette, como Lydia Deetz, ofrece una interpretación particularmente cautivadora. Transmite una fragilidad desgarradora, una mezcla de desesperación y una determinación silenciosa que, a su vez, crea una dinámica palpable con su hija. El encuentro entre Arquette y Piper Curry (Astrid) es el corazón de la película, un choque de generaciones marcado por la incomunicación y el resentimiento. Curry, a pesar de su juventud, entrega una actuación sorprendente, logrando dotar a Astrid de una mezcla de rebeldía adolescente, vulnerabilidad y una creciente obsesión por el misterio que los rodea. Los otros miembros de la familia, interpretados por Josh Stewart y Jane Adams, ofrecen también interpretaciones convincentes, aportando profundidad a las dinámicas familiares y a la sensación de un pasado que pesa sobre todos ellos.
El guion, aunque deliberadamente lento y centrado en el desarrollo de los personajes, presenta algunas fallas. La historia, aunque intrigante, a veces se adentra demasiado en la exploración psicológica, sacrificando el ritmo narrativo. Existen diálogos que, si bien son honestos, podrían haber sido más concisos y directos. Sin embargo, la película compensa estas debilidades con su enfoque en la creación de un ambiente de terror psicológico que se instala en la mente del espectador. La idea de “Bitelchús” como una manifestación de los traumas familiares y las emociones no resueltas es, en última instancia, el motor de la historia, y se desarrolla de una manera original y perturbadora. La decisión de centrarse en la lenta apertura del portal, en lugar de un enfrentamiento espectacular, es inteligente y añade una capa adicional de suspense.
En definitiva, “Bitelchús Bitelchús” es una película no convencional que recompensa la paciencia y el interés del espectador. No es un espectáculo de sustos baratos, sino una reflexión sombría sobre el pasado y su capacidad para influir en el presente. Si buscas una experiencia cinematográfica inquietante, que te haga pensar y que te persiga después de salir del cine, esta es una opción que merece la pena considerar. Su capacidad para evocar una sensación de malestar persistente es innegable.
Nota: 7/10