Black and White (1999)

“Black and White” no es solo un título; es una declaración. La película de Jim Kiernan se erige como un fascinante microcosmos sobre la cultura afroamericana, la búsqueda de la oportunidad y las complejas intersecciones de raza, clase y ambición. La trama, que parte de una premisa aparentemente sencilla –un documental que observa dos grupos sociales en conflicto y en contraste – se revela con la profundidad de un océano, revelando capas de significado y subtextos que cautivan y desafían al espectador.

La dirección de Kiernan es notablemente sutil, pero poderosa. No se trata de un melodrama excesivamente marcado, sino de una observación densa y meticulosa. Se permite que la película respire, utilizando espacios y silencios para crear una atmósfera de tensión palpable. La cinematografía de Robert Yeoman, con sus contrastes de blanco y negro, es más que una mera estética; refuerza la dualidad que impregna la narrativa. Los colores vivos del Harlem, la opulencia del entorno de la pareja adinerada y el ambiente más sombrío de los estudios de grabación se disuelven y se reconstruyen constantemente, reflejando la propia búsqueda de identidad de los personajes.

Las actuaciones son excepcionales. Aaron Michael Brown y James Davis, como los estudiantes blancos, ofrecen interpretaciones matizadas que no se reducen a estereotipos. Demuestran una vulnerabilidad y curiosidad genuinas ante la cultura que intentan entender. La química entre los dos es crucial para la credibilidad de su ambición. Del mismo modo, la dupla formada por Stephan James y Corey Hawkins, interpretando a los jóvenes del Harlem, entrega un trabajo contundente. Hawkins, en particular, destaca por su retrato de un joven que lucha contra sus demonios internos y su pasado criminal, mostrando una complejidad emocional que va más allá de la simple representación. La presencia de Frank Langella como el detective, un hombre atormentado por su pasado, añade una capa de misterio y una carga moral que permea toda la película.

El guion, adaptado de un relato de Barry Michael Cooper, es la joya de la corona de la película. No se centra en grandes gestos o diálogos grandilocuentes, sino en las pequeñas conversaciones, las miradas furtivas y los silencios incómodos que revelan las motivaciones y los conflictos internos de los personajes. La trama, aunque inicialmente parezca lineal, se complica con revelaciones sorprendentes que obligan al espectador a reconsiderar sus prejuicios y a cuestionar las relaciones de poder. La inclusión del detective, cuyo interés en los personajes no se explica hasta el final, añade un elemento de suspense intrigante y plantea preguntas sobre la justificación de sus acciones. El guion no ofrece respuestas fáciles, sino que presenta la vida de estos individuos como un tapiz complejo de factores interconectados.

En definitiva, “Black and White” es una película provocadora y reflexiva que trasciende el género dramático para convertirse en un estudio profundo sobre la condición humana. Es un trabajo cinematográfico ambicioso y bien ejecutado, que invita a la reflexión y que permanecerá en la mente del espectador mucho después de que los créditos finales hayan terminado de rodar.

Nota: 8.5/10