Black Jackets (Dias Felices) (1974)

“Black Jackets (Dias Felices)” es una película que se aferra con tenacidad a la atmósfera melancólica y opresiva de la Nueva York de los años cincuenta. No se trata de un thriller convencional con giros argumentales explosivos, sino de un retrato crudo y desmitificado de la pobreza, la alienación y la desesperación juvenil que, paradójicamente, construye un drama humano y visceral. La dirección de Jesús Carreras y José Ramón Fernández consigue un ambiente denso y claustrofóbico, usando la luz y la sombra como símbolos de la moralidad y la falta de oportunidades. No recurren a efectos especiales o violencia gráfica, sino que se centran en la mirada atenta y la composición de los planos, mostrando el mundo gris y desolador en el que se mueven sus protagonistas.

El guion, adaptado de la novela de Harlan Coben, es ambicioso en su intento de explorar las consecuencias de un crimen pasado, pero a veces se siente un poco sobrecargado. La intriga se despliega de manera lineal, casi cronológica, lo que, en un contexto donde la verdad se esconde tras múltiples capas de mentiras, puede resultar un tanto lento. Sin embargo, la película logra mantener el interés gracias a la complejidad de las relaciones entre los personajes y la gradual revelación de los secretos. La película no se preocupa en exceso por justificar las acciones de los jóvenes, permitiéndonos conocer sus motivaciones, pero sin excusarlas. La moralidad es ambigua; los personajes no son héroes ni villanos claros, sino individuos atrapados en una red de circunstancias que los empujan hacia la delincuencia.

El elenco es, sin duda, uno de los puntos fuertes de la película. El joven Diego Luna, en un papel que le sienta como anillo al dedo, ofrece una interpretación convincente como Samuel, el joven idealista que se ve arrastrado por el mundo de la criminalidad. Su evolución, desde la inocencia inicial hasta la desesperación y el dolor, es palpable. También destaca la actuación de Luis Tosar, quien aporta una fuerza bruta y una inquietante vulnerabilidad a su personaje, un ex criminal que se ve obligado a enfrentar su pasado. El resto del elenco secundario, compuesto por jóvenes actores prometedores, cumple a la perfección con sus roles, logrando dar vida a un microcosmos social lleno de personajes complejos y contradictorios.

“Black Jackets” no es una película fácil de ver. Es dura, realista y a veces incómoda. Pero precisamente en esa crudeza reside su mayor atractivo. La película no ofrece soluciones fáciles ni conclusiones simplistas, sino que nos obliga a reflexionar sobre las causas y las consecuencias de la delincuencia, la importancia de la familia y la necesidad de romper con el ciclo de la violencia. Más allá de la trama policial, la película es un poderoso retrato de la desigualdad social y la falta de oportunidades para los jóvenes de las clases bajas. Es un recordatorio amargo de que la pobreza puede ser una cárcel, y que la esperanza es, a veces, solo una ilusión.

Nota: 7.5/10