Blackball (2003)

“Blackball” no es una película que explote los clichés del cine deportivo. No se trata de grandilocuentes batallas épicas ni de héroes instantáneos. Es, en cambio, una historia sutil, con un corazón cálido y una honestidad refrescante, que se centra en la determinación de un hombre y la importancia de la comunidad. La película, dirigida por Jessica Hayes, se centra en Cliff Starkey, interpretado magistralmente por John Cleese, un hombre común con un talento extraordinario en el bolos, y su lucha por superar los obstáculos, tanto internos como externos, para tener la oportunidad de competir contra los campeones australianos.

La dirección de Hayes es precisa y observadora. No se siente que intenta forzar la narrativa, sino que permite que la historia se desarrolle de manera natural, capturando con cuidado la atmósfera de un pequeño pueblo inglés y la dinámica de la comunidad local. La película se beneficia enormemente de los escenarios, que son realistas y llenos de vida. La fotografía, aunque sencilla, es efectiva, transmitiendo la luz y la temperatura de la región. Pero más allá de la puesta en escena, la película se sostiene gracias a la caracterización de sus personajes. Cleese ofrece una actuación conmovedora, con una mezcla perfecta de humor y vulnerabilidad. Su interpretación de Cliff es creíble y generadora de simpatía, mostrando su frustración, su orgullo y su necesidad de conexión. El resto del elenco, incluyendo a Mark Heap y Caroline Carver, también aporta profundidad a las relaciones y a la trama.

El guion, aunque no sobresale por su innovación, es sólido y bien construido. La trama se desarrolla a un ritmo pausado, permitiendo que la audiencia se conecte con los personajes y con sus aspiraciones. Se exploran temas como la ambición, la amistad, el prejuicio y la importancia de la lealtad. Sin embargo, a veces, la película se toma un poco tiempo para establecer ciertos elementos y se siente que podría haberse beneficiado de una edición más contundente. El conflicto central, la lucha por reincorporar a Cliff a la competición, es bien planteado, aunque la resolución, en cierto modo, resulta un poco predecible. La película no busca provocar una revolución, sino que ofrece una reflexión sobre lo que realmente importa: el esfuerzo, la perseverancia y el valor de las relaciones humanas.

En definitiva, “Blackball” es una película agradable y emotiva que, más allá del mundo del bolos, es un tributo a la resiliencia humana. Es un relato sobre la esperanza, la amistad y la redención, con un toque de humor británico que le da un sabor especial. No es una obra maestra del cine, pero sí una película que te dejará con una sensación cálida en el corazón.

Nota: 7/10