Blade (1998)

“Blade”. El nombre evoca un pasado de terror, un legado que la película de Ridley Scott de 1998, a menudo eclipsada por las secuelas y la reimaginación del personaje en formatos animados, intuye y, en parte, cumple. Más allá del CGI de la época y la estética ligeramente datada, la película destaca por un tratamiento original del vampirismo y un tono noir que no se explora plenamente en las entregas posteriores. La película no busca ser un espectáculo de acción puro y duro, sino que se adentra en una atmósfera gótica y oscura, donde la moralidad es difusa y las motivaciones de los personajes son complejas.

La dirección de Ridley Scott es, como es habitual en él, impecable. Su dominio de la composición y la iluminación es evidente desde el principio, creando imágenes icónicas que han pasado a la historia del cine de terror. Scott sabe jugar con la luz y la sombra, no solo para generar tensión, sino también para subrayar las características del entorno y las personalidades de los personajes. Las escenas en Nueva Orleans, en particular, son un festín para los ojos, una ciudad impregnada de humedad, misterio y peligro. La película se beneficia enormemente de la ambientación, que se siente como un personaje más.

Wesley Snipes como Blade es simplemente magistral. Su interpretación es la piedra angular de la película. Blade no es un héroe tradicional; es un vigilante implacable, impulsado por un dolor ancestral y una sed de venganza. Snipes captura a la perfección esa dualidad, mostrando a un hombre consumido por su misión, pero también con un destello de humanidad que lo hace comprensible. La química entre Snipes y Stephen Dorff como Deacon es excelente, aportando un peso emocional significativo a la narrativa. El antagonista, el vampiro Deacon, es un villano memorable, un personaje astuto y manipulador, sin caer en clichés. Dorff, además, ofrece una actuación sutil y compleja, dejando en la sombra a otros protagonistas de películas similares.

El guion, aunque sólido en su base, presenta algunas lagunas. Si bien la premisa inicial es intrigante, la estructura narrativa a veces se siente algo forzada y las subtramas, como la de la princesa, derivan en un torpe relleno de clichés. La trama principal, la venganza de Blade, se desarrolla a un ritmo relativamente lento, lo que puede resultar tedioso para algunos espectadores. Sin embargo, la película logra compensar estas deficiencias con su atmósfera única, sus personajes bien construidos y su visualmente impactante puesta en escena. La película bebe de fuentes como "El expreso de medianoche" y “Nosferatu”, no sin llegar a una propuesta original con un toque propio. A pesar de no alcanzar la perfección, "Blade" se erige como una joya del cine de vampiros, recordándonos la importancia de la introspección y la moralidad ambigua.

Nota: 7/10