“Blair Witch” (1999) no es, en ningún caso, una película que se pueda contemplar con la misma fascinación que su innovadora predecesora. Sin embargo, se trata de una obra que, a pesar de sus defectos evidentes, continúa generando debate y, en cierta medida, sigue sorprendiendo. La película explora una obsesión con lo paranormal y lo inexplorado, y la propuesta, aunque repetitiva, se mantiene como un ejemplo singular de cómo construir una narrativa a través de la “found footage”.
La dirección de Daniel Myrick y Eduardo Sánchez, a pesar de la aparente simplicidad de la técnica, logra crear una atmósfera de auténtico terror psicológico. La película se basa casi por completo en grabaciones de vídeo que simulan ser auténticas, lo que le otorga una inmediatez y un realismo que pueden resultar especialmente inquietantes. La lentitud, las largas pausas, los momentos de silencio interrumpidos por susurros y la creciente paranoia de los personajes son elementos clave para generar una sensación de incomodidad que se instala en el espectador. Sin embargo, la película sacrifica el ritmo narrativo por completo en favor de este efecto, y eso se traduce en una experiencia que, para muchos, se vuelve tediosa.
Las actuaciones son bastante discretas. Ian McShane y Rob Pattinson, como los lugareños, cumplen su función de proporcionar un contraste con la juventud y la imprudencia de los estudiantes. Aunque ambos ofrecen interpretaciones sólidas en el contexto del género, no están exentos de clichés. La verdadera base del terror reside, sin embargo, en las interpretaciones de los jóvenes investigadores, especialmente Kira Reed y Michael C. Williams. Williams, en particular, ofrece una interpretación convincente como el líder del grupo, mostrando una angustia y un miedo que logran conectar con el espectador, aunque a veces se siente ligeramente exagerado. No obstante, el terror que la película intenta transmitir está, en gran medida, construido sobre la base de la sugestión y el impacto visual de las grabaciones.
El guion, escrito por los propios Myrick y Sánchez, se basa en la leyenda de la bruja de Blair y en la desaparición de una joven, Beth Marsan. La historia se estructura como una búsqueda de información sobre este misterio, con los estudiantes intentando reconstruir los hechos a partir de los testimonios de los lugareños. La película se centra en la dinámica del grupo, sus conflictos internos y sus reacciones ante los acontecimientos cada vez más extraños. Sin embargo, el guion carece de profundidad y recurre a tropos convencionales del género de terror, como la posesión demoníaca, la comunicación con los muertos y la pérdida de la cordura. La resolución, para muchos, resulta decepcionante y poco satisfactoria. La sensación de que la película se centra más en el “cómo” de la filmación que en el “qué” de la historia es constante.
En definitiva, “Blair Witch” es una película con pretensiones que, aunque no llega a cumplir plenamente sus objetivos, ofrece una experiencia singular y, en cierta medida, perturbadora. Es un ejemplo temprano y significativo del género “found footage”, pero su ritmo lento y su guion ligero la convierten en una película que, en última instancia, es más notable por lo que intenta ser que por lo que logra.
Nota: 6/10