Blank City (2011)

“Blank City” de Jim Jarmusch no es una película que te seduce al instante. Es, en cambio, una incursión en la desolación y el tedio existencial de la Nueva York de los ochenta, un espejo roto que refleja la amargura de un sueño desvanecido. La película, estrenada en 1998, se adentra en la historia de Amos Poe, un actor fracasado, interpretado con una notable frialdad y una tristeza contenida por Bill Murray, quien ofrece una actuación que se asemeja más a un retrato de un hombre resignado a su destino que a un personaje lleno de pretensiones. Su día a día, casi monótono, se convierte en un laberinto de pequeños eventos, encuentros casuales y observaciones desconectadas, que conforman una narrativa que no busca grandes giros ni resoluciones dramáticas.

La dirección de Jarmusch, a lo largo de estas casi dos horas, se caracteriza por su meticulosa planificación y su enfoque en los detalles aparentemente insignificantes. La película es un ejercicio de observación paciente, donde el tiempo parece detenerse y se presta atención a la luz, los espacios y el movimiento de los personajes. Sin embargo, esta lentitud, que es una marca distintiva del cine de Jarmusch, puede resultar frustrante para algunos espectadores. La película no ofrece respuestas fáciles ni pretende simplificar la experiencia humana. Más bien, nos invita a contemplar la vacuidad y la ausencia de propósito en la vida cotidiana. La estética, reminiscente de las películas de John Cassavetes, refuerza este sentido de desorientación y alienación.

El guion, aunque aparentemente fragmentado, está repleto de diálogos inteligentes y mordaces, que se convierten en un reflejo de la desesperanza y la desilusión de sus personajes. Las interacciones entre Amos y Marty (Harriet Denero), una joven que se interpone en su camino, son particularmente interesantes. Aunque la relación entre ambos es ambigua y carece de profundidad emocional, funciona como un catalizador para que Amos cuestione su propia existencia. Las secuencias en el bar “The Blue Moon” son especialmente memorables, no tanto por su trama, sino por su atmósfera melancólica y la sensación de aislamiento que emanan. La banda sonora, compuesta por canciones de artistas como Nick Cave y The Bad Seeds, complementa a la perfección la atmósfera general de la película.

“Blank City” no es una película fácil. Requiere paciencia, una mente abierta y, sobre todo, una disposición a aceptar la incomodidad que provoca. Es una película que te deja con más preguntas que respuestas, una reflexión sobre la búsqueda de sentido en un mundo que parece haber perdido el rumbo. Si buscas narrativas convencionales, explosiones de acción o un final feliz, esta no es para ti. Pero si buscas una experiencia cinematográfica honesta, provocadora y que te invite a reflexionar sobre la condición humana, “Blank City” merece la pena ser descubierta. Es una película que, como el propio Blank City, se revela a medida que la contemplas, dejando una impresión duradera en la memoria.

Nota: 7/10