BloodRayne 2: Deliverance (2007)

“BloodRayne 2: Deliverance” no es una obra maestra cinematográfica, ni se pretende ser. Sin embargo, es un espectáculo de acción delirante y, a su manera, entretenido, que justifica su lugar en el panteón de las películas de vampiros del siglo XXI. El filme, dirigido por Mark Neveldahl y Peter Corry, conocidos por su trabajo en “AVP: Vendetta”, apuesta por un tono más brutal y visceral que su predecesora, y lo logra, aunque a veces a costa de la coherencia narrativa.

La película se centra en Rayne (Lena Olin), interpretada con una frialdad y un letalismo encarnados, que debe detener la amenaza de un grupo de no-muertos liderados por Billy el Niño (Wes Studi), un vampiro ancestral con una historia particularmente oscura. El giro en la trama, que implica la conexión de Billy el Niño con Rayne misma, añade una capa de complejidad a la narrativa, aunque no siempre se explora de la manera más satisfactoria. La película se beneficia enormemente de la presencia de Olin, que aporta una presencia imponente y una cierta elegancia a un personaje que podría haber sido fácilmente estereotipado. La química entre Olin y Studi es un punto fuerte, con sus intensos enfrentamientos llenos de tensión y violencia.

El guion, sin embargo, es su mayor debilidad. La trama se apresura considerablemente, escatimando en la construcción de personajes secundarios y en el desarrollo de las motivaciones de los villanos. Se recurre a clichés vampíricos y a momentos absurdos que, aunque buscan generar sorpresa, a menudo resultan forzados y descolgados del contexto. La dirección, a pesar de la propensión a la violencia explícita, carece de sutileza. La coreografía de las peleas, aunque espectacular y llena de efectos especiales, a veces se siente artificial y desligada de la historia. La película abraza la estética de acción exagerada hasta el extremo, pero le falta un toque de originalidad o de profundidad para elevarla por encima de la mera repeticora acción.

Afortunadamente, la película se beneficia de un entorno visualmente impactante y de un diseño de producción que recrea con detalle el ambiente salvaje y empapado de lluvia del Oeste americano. Los efectos especiales, aunque no siempre impecables, son abundantes y contribuyen a crear escenas de batalla deslumbrantes y a menudo brutales. La banda sonora, con influencias del rock y la música country, refuerza el tono general de la película. En definitiva, “BloodRayne 2: Deliverance” es un entretenimiento de acción de un solo uso, que ofrece una dosis alta de violencia y espectáculo, pero que no logra consolidarse como una experiencia cinematográfica particularmente memorable.

Nota: 6/10