Blue Jasmine (2013)

“Blue Jasmine” de Woody Allen no es una película fácil de digerir, y menos aún de olvidar. La obra, estrenada en 2013, es una disección psicológica implacable sobre el colapso de la identidad y la desilusión, representada magistralmente por Cate Blanchett. La película no se dedica a ofrecerle al espectador una narrativa lineal o un sistema de justificaciones. En cambio, sumerge al público en la mente fragmentada de Jasmine French, una mujer que ha perdido todo, y cuyo intento de reconstruir su vida en San Francisco se convierte en una danza macabra entre la verdad, la mentira y la desesperación.

La dirección de Allen es, como siempre, precisa y detallista, logrando evocar con creces la atmósfera decadente y glamurosa de Nueva York y la melancólica tranquilidad de San Francisco. Sin embargo, la película no se centra tanto en el escenario como en el estado interno de Jasmine. Allen utiliza el montaje, la banda sonora y la fotografía para reflejar la creciente paranoia y la sensación de desbordamiento que experimenta la protagonista. La paleta de colores, especialmente en las escenas de San Francisco, es fría y opaca, contribuyendo a la sensación de aislamiento y desolación. El uso de silencios prolongados y primeros planos de la cara de Blanchett son particularmente efectivos para transmitir su angustia y la incertidumbre que la carcome.

Pero la piedra angular de "Blue Jasmine" es, sin duda, la actuación de Cate Blanchett. Su interpretación es absolutamente conmovedora y perturbadora. Blanchett abandona la imagen de la diva sofisticada y la convierte en una mujer vulnerable y desesperada, pero que aún conserva un vestigio de arrogancia y orgullo. La transformación es gradual y creíble, y la actriz logra transmitir la complejidad de un personaje que alterna entre momentos de lucidez y explosiones de ira. Adam Driver, como su ingenuo y apacible esposo, Paul, ofrece un contrapunto perfecto a la fragilidad de Jasmine, mostrando una creciente compasión y confusión. La química entre ambos actores es palpable, añadiendo una capa emocional significativa a la narrativa.

El guion, adaptado de la obra teatral de Tennessee Williams, es brillante en su ambigüedad. No ofrece respuestas fáciles ni soluciones simplistas. Se presenta la historia desde la perspectiva de Jasmine, lo que inevitablemente introduce un elemento de parcialidad. Esto obliga al espectador a cuestionar constantemente la veracidad de lo que se le está presentando, creando una experiencia de viewing rica y estimulante. La película no juzga a Jasmine, sino que explora las consecuencias de sus decisiones y el impacto de sus mentiras en las personas que la rodean. El uso del narrador en off, aunque a veces invasivo, sirve para profundizar en la psique de la protagonista y añadir una capa de intriga. Es una obra que se presta a múltiples interpretaciones y que genera debate incluso después de que los créditos hayan finalizado.

Nota: 8.5/10