“Bob Marley: One Love” no es, estrictamente hablando, un biopic convencional. Reinaldo Marcus Green, director conocido por su trabajo en “El método Williams”, se atreve a construir una narración no lineal, un tapiz emocional tejido a partir de fragmentos de la vida del icónico músico jamaicano. La película no se limita a recitar biografías; en su lugar, se sumerge en el corazón de la angustia, la fe y la resistencia de Bob Marley durante los años 80, momentos cruciales de su carrera y su lucha contra un cáncer de piel que, a pesar de todo, nunca lo detuvo.
La dirección de Green es notablemente sensible. Evita caer en la romantización excesiva, en la glorificación simplista de su leyenda. En cambio, muestra a un hombre mortal, vulnerable y profundamente afectado por la enfermedad, pero que, paradójicamente, mantiene una fuerza interior inquebrantable. El uso del color es especialmente efectivo, con la vibrante paleta del reggae y la Jamaica contrastando con las sombras de la enfermedad y el dolor. Se nota un esfuerzo por capturar no solo la imagen pública de Marley, sino también la complejidad de su ser humano. La película logra transmitir la innegable carga emocional que llevaba el artista, su constante búsqueda de paz y la constante lucha contra la adversidad.
Las actuaciones son, en su mayoría, sobresalientes. Kingsley Ben-Adir ofrece una interpretación magistral de Bob Marley. No se limita a imitar la voz o el movimiento característico del artista; Ben-Adir explora la psique de Marley, transmitiendo su melancolía, su fe inquebrantable, su amor por su familia y su preocupación por la unidad entre los pueblos. Jahmile Sims en el papel de Ziggy Marley también brilla, aportando un aire juvenil y un retrato convincente de la dinámica familiar. Las actuaciones de las secundarias, como Lisa Gardner como Rita Marley, también son sólidas, enriqueciendo la historia.
El guion, coescrito por Green y nuestro propio Michael Schwartz, apuesta por una narrativa fragmentada que, si bien a veces puede resultar un poco confusa, funciona como un reflejo de la memoria y la percepción subjetiva. La película se centra en la relación entre Marley y su doctor, el Dr. Barry Stein (James Norton), quien le da un diagnóstico devastador pero también le ofrece una perspectiva sobre la vida y la muerte. A través de esta relación, el guion explora temas de fe, esperanza, aceptación y el poder del amor. No se pretende dar una explicación definitiva sobre la muerte de Marley, sino más bien ofrecer un vistazo a la mente de un hombre que enfrentaba su fin con valentía y humildad. Se vislumbra una crítica sutil a la comercialización del legado del artista y una defensa de su compromiso con la paz y el amor universal. A pesar de algunas repeticiones temáticas, el guion logra mantener el interés del espectador gracias a sus momentos de introspección y sus escenas cargadas de emoción.
Nota: 8/10