Boda en Queens (1991)

“Boda en Queens” (Marriage Story) es un testamento conmovedor y, a su vez, sorprendentemente divertido sobre la fragilidad del matrimonio y el arduo camino de la comunicación. La película, dirigida con una sensibilidad casi palpable por Charlie Herman, no se aferra a clichés románticos ni a melodramas empalagosos. En lugar de eso, nos presenta una historia cruda, realista y profundamente humana sobre Al y Scarlett, interpretados magistralmente por Andrew Garfield y Rachel McAdams. La película se centra en el proceso de divorcio, pero lo que realmente la eleva es la exploración de la complejidad de las relaciones humanas, tanto en el amor como en la amistad.

La dirección de Herman es notable por su naturalidad. Evita el sentimentalismo excesivo y permite que la tensión y el dolor transiten de manera sutil, casi documental. El uso de la cámara es deliberadamente plano en muchos momentos, como si estuviera grabándose un fragmento de la vida real, lo que intensifica el impacto emocional. El vestuario y la ambientación, principalmente en la bulliciosa y vibrante Queens, Nueva York, son también cruciales para establecer el contexto y para mostrar la identidad de los personajes, quienes se ven envueltos en situaciones cotidianas pero cargadas de significado. La película no intenta idealizar la vida, sino que la presenta tal como es: llena de conflictos, dudas y momentos de confusión.

Las actuaciones son excepcionales. Andrew Garfield ofrece una interpretación honesta y vulnerable de Al, un hombre atrapado en un matrimonio que ya no funciona, pero que aún se aferra a la esperanza de mantener su relación con su hija. La transformación de Garfield a lo largo de la película es notable. Rachel McAdams, como Scarlett, también brilla con una fuerza contenida y una dignidad que es a la vez admirable y devastadora. La química entre ambos actores es palpable, reflejando la larga historia compartida de su matrimonio y la profundidad de sus sentimientos, a pesar de todo. El reparto secundario, especialmente Haley Lu Richardson como Tess, la hija de Al y Scarlett, aporta matices y complejidad a la narrativa. No se limita a ser un niño, sino que representa una visión inocente del mundo y la confusión que provoca el divorcio.

El guion, escrito por Herman y Meg Maron, es el corazón de la película. La historia no se basa en eventos extraordinarios, sino en diálogos honestos y desgarradores que revelan las motivaciones y los miedos de cada personaje. La película evita soluciones fáciles y abrazas la ambigüedad inherente a las relaciones humanas. La exploración de la “Queens Logic” – esa forma particular de razonamiento y de afrontar la vida que se encuentra en Queens – es un componente brillante, una forma de entender la resiliencia y la capacidad de adaptación de las personas que viven en ese entorno. La película plantea preguntas importantes sobre la comunicación, la responsabilidad y la importancia de ser vulnerable. Es una película que te hace reflexionar y te deja con un sabor agridulce en la boca, pero también con una profunda sensación de empatía por los personajes.

Nota: 8/10