Bodas reales (1951)

“Bodas reales” (True Romance) no es una película que se olvida fácilmente. Concretamente, la nueva versión de Tony Scott, estrenada en 2008, es un torbellino de adrenalina, violencia y, sorprendentemente, un toque de romanticismo que la diferencia, aunque en parte la diluye, de la original de 1993. La película se establece en el Londres de 1990, un ambiente vibrante y caótico que Tony Scott captura con una fotografía deslumbrante, utilizando una paleta de colores saturados y un uso magistral del movimiento para comunicar la energía frenética de la ciudad y la preparación voraz para las bodas reales. El director de fotografía realmente domina el espectáculo visual, y eso es un punto fuerte innegable.

La trama, centrada en Clarence Odbody (Christian Bale) y Dale (Portia Doubleday), un joven y un estudiante de arte respectivamente, que se enamoran perdidamente y se ven envueltos en un plan audaz y peligroso para robar la joya de la corona durante la celebración de la boda real, es la columna vertebral de la película. Sin embargo, Scott no se limita a la historia de amor y el robo; explora temas de deseo, ambición, y la búsqueda de la felicidad en un mundo donde las normas sociales y las expectativas son un obstáculo constante. La película no rehúye de la violencia, y el uso de la sangre es, a veces, gratuito y excesivo, pero está presente para subrayar el peligro y la desesperación de los protagonistas. En este sentido, la versión de 2008 toma una dirección más cruda y explícita que la original.

Las actuaciones son sólidas en general. Christian Bale ofrece una interpretación carismática y enérgica como Clarence, con una intensidad que le otorga credibilidad a su personaje. Portia Doubleday, por otro lado, brilla con una vulnerabilidad y un desafío que definen a Dale. El reparto secundario, que incluye a Bruno Ganz como el elegante y complejo Hans, añade capas de profundidad a la narrativa. Aunque algunos personajes secundarios carecen de desarrollo, la dinámica entre los protagonistas es lo que mantiene al espectador enganchado.

A pesar de sus momentos de brillantez, la película tiene algunas fallas. La trama, aunque emocionante, se siente a veces apresurada, y algunos diálogos carecen de la sutileza del original. La caracterización de algunos personajes, particularmente los secundarios, resulta simplificada, y la resolución de algunos conflictos parece algo forzada. Sin embargo, la banda sonora, con canciones icónicas de los 90, y el ritmo frenético de la película, compensan en parte estas carencias. Además, el vestuario y la ambientación contribuyen a crear una atmósfera inmersiva y vívida.

En definitiva, “Bodas reales” es un espectáculo visualmente impactante, impulsado por el talento de Tony Scott y un elenco convincente. Es una película que no pretende ser un melodrama romántico tradicional, sino una oda a la juventud, al deseo y a la búsqueda de la libertad. Aunque no alcanza la perfección, merece la pena verla por su energía y su estética única. La película se beneficia enormemente de la paleta de colores y la puesta en escena que Tony Scott consigue, logrando crear un ambiente inolvidable.

Nota: 7/10