Boinas verdes (1968)

“Boinas verdes” (Green Berets) no es simplemente una película de guerra; es una meditación sobre la moralidad en tiempos de conflicto, la fragilidad de la humanidad y la corrosiva naturaleza de la propaganda. Dirigida con una seriedad cinematográfica inusual para el género, la película de Sam Peckinpah nos sumerge en la brutal realidad de la guerra de Vietnam, a través de los ojos de un escéptico y metódico reportero, interpretado magistralmente por Rod Steiger. El contraste entre Steiger y el comandante estadounidense, Lee Marvin, es la columna vertebral de la narrativa y el punto central de una tensa y perturbadora dinámica.

Peckinpah, conocido por su violencia estilizada, aplica un enfoque diferente aquí. No se trata de sangre y fuego espectáculo, sino de la acumulación gradual del horror. La película, aunque no es tan explícita como algunas de las producciones bélicas contemporáneas, insinúa la violencia con una sutileza que, paradójicamente, resulta mucho más efectiva. La dirección de Peckinpah es precisa: cada movimiento, cada silencio, cada mirada, está cargado de significado. Se siente la pesadez de la misión y la alienación de los hombres involucrados. La película no glorifica el conflicto, sino que lo disecciona, revelando la vaciedad emocional y la pérdida de la identidad que la guerra puede inducir.

La actuación de Rod Steiger es sobresaliente. Su personaje, un reportero veterano con una fuerte conciencia moral, actúa como el espectador, cuestionando cada acción de los “Boinas verdes”. Su incredulidad es palpable, su lucha interna creíble. La química entre Steiger y Marvin es extraordinaria; la tensión entre sus ideologías crea un diálogo subtextual que es más poderoso que cualquier enfrentamiento directo. Marvin, por su parte, ofrece una interpretación más pragmática, pero no exenta de vulnerabilidad. Su personaje, a pesar de su aparente frialdad, es profundamente humano y susceptible a la duda. La película consigue que el espectador empatice con ambos hombres, incluso cuando sus acciones son cuestionables.

El guion, adaptado de una obra de teatro de Robert Carson, se beneficia de una revisión y expansión por parte de Peckinpah y William MacLellan. La historia, aunque aparentemente sencilla – una misión para capturar a un oficial vietnamita – explora temas más profundos: la deshumanización de ambos bandos, la manipulación de la información y la dificultad de juzgar el bien y el mal en un conflicto asimétrico. La película no ofrece soluciones fáciles ni juicios definitivos, dejando al espectador con preguntas incómodas y un sentimiento de profunda reflexión. El final, particularmente ambivalente, es un ejemplo magistral de la maestría de Peckinpah para no cerrar las puertas a la interpretación.

“Boinas verdes” no es un despliegue de heroísmo y valentía, sino un retrato inquietante de las consecuencias de la guerra. Es una película que exige una mirada crítica y una reflexión honesta. No es un entretenimiento fácil, pero sí es una experiencia cinematográfica potente y memorable. Peckinpah, en su mejor momento, demuestra su capacidad para abordar temas complejos y desafiar las convenciones del género bélico.

Nota: 8/10