Bola de fuego (1941)

“Bola de fuego” (Firestorm), la nueva película de Andrew Semans, no es una explosión de emociones impactantes, sino más bien una lenta y deliberada combustión de ideas. La película, adaptada de la novela de Ben Mikaelsen, se centra en el grupo de profesores de un instituto de secundaria en Detroit, que han sido financiados para crear una enciclopedia completa del conocimiento. Al principio, la premisa es lúgubremente atractiva: un grupo de marginados, atrapados en una existencia anodina, buscando un propósito en la producción de un proyecto aparentemente monumental. Sin embargo, la película, en lugar de sumergirse en la desolación de su situación, elige explorar la banalidad de la existencia y las consecuencias de la desconexión social.

La dirección de Semans es meticulosa y llena de sutilezas. No busca efectos especiales ni escenas grandiosas. Más bien, se centra en el retrato de personajes complejos y en las pequeñas dinámicas entre ellos. La fotografía de Lachlan Ness es magnífica, utilizando una paleta de colores apagados, en tonos grises y azules, que reflejan la atmósfera de desesperación y aislamiento del entorno. Hay una atención increíble al detalle en la recreación de Detroit en los años 80, desde la decadencia de los edificios hasta los peinados extravagantes de los profesores. Este cuidado en la ambientación es fundamental para crear la sensación de un mundo real, y por tanto, más impactante.

El reparto es excepcionalmente sólido. Jon Hamm, como el profesor Harris, ofrece una interpretación brillante, transmitiendo tanto la frustración de un hombre que ha perdido su esposa como la creciente desesperación por la falta de significado en su vida. Elizabeth Debicki, interpretando a la bailarina de cabaret, añade una dimensión inesperada al grupo, actuando con una intensidad y vulnerabilidad que desafían la narrativa inicial. Los otros profesores, cada uno con sus propias peculiaridades y traumas, están igualmente bien interpretados, con especial mención a Ben Foster como el profesor Peterson, un individuo brillante pero profundamente perturbado. Las actuaciones son honestas y creíbles, lo que permite que el espectador se identifique con sus luchas.

El guion, sin embargo, es donde la película alcanza su mayor debilidad. Si bien la idea central es interesante, la ejecución es a veces lenta y predecible. La llegada de la bailarina actúa como un catalizador, pero la resolución de la trama resulta algo abrupta y simplificada. Algunos diálogos pueden sentirse forzados, buscando la profundidad emocional donde quizás no la hay. A pesar de ello, la película consigue plantear preguntas importantes sobre el propósito de la vida, la búsqueda del conocimiento y la necesidad de conexión humana. No ofrece respuestas fáciles, sino más bien invita a la reflexión, animando al espectador a cuestionar sus propios valores y prioridades.

En definitiva, "Bola de fuego" es una película que, a pesar de sus fallos, merece la pena ver. Es un estudio psicológico interesante y una exploración visualmente atractiva de personajes que luchan por encontrar sentido en un mundo en declive. Es una película que no te dejará con una respuesta definitiva, pero sí te hará pensar.

Nota: 7/10