Borg McEnroe. La película (2017)

“Borg McEnroe. La película” es mucho más que un simple relato de una final de tenis. Es una disección precisa y, a veces, brutal de la dinámica de poder, la ambición y la presión que definieron dos de las figuras más icónicas del deporte en la década de 1980. La película, dirigida con maestría por Liv Taylor, no se limita a mostrar la competición en la pista, sino que se adentra en las mentes y las vidas personales de Borg y McEnroe, revelando las heridas, las frustraciones y las estrategias ocultas detrás de su aparente compostura.

El guion, adaptado de la aclamada autobiografía de Štěpánčík, es excepcionalmente inteligente. No rehúye la complejidad de la rivalidad. Se explora la personalidad reservada y la obsesión por el control de Borg, contrastándola con la rebeldía y la frustración latente de McEnroe. La película evita caer en clichés deportivos, ofreciendo un análisis psicológico sutil pero impactante. Las conversaciones entre los personajes, a menudo tensas y fragmentadas, revelan las tensiones internas que alimentaban su conflicto. Se explora la relación de McEnroe con su padre, una influencia constante que contribuyó a su carácter conflictivo, y la percepción que Borg tenía de McEnroe como un competidor impredecible y, en cierto modo, irritante. Se profundiza en las estrategias de los entrenadores, Allan McGraw y Jack Fulwood, y cómo intentaron moldear a ambos jugadores para obtener la victoria.

Las actuaciones son, sencillamente, soberbias. Shia LaBeouf, en el papel de Björn Borg, ofrece una interpretación increíblemente contenida y enigmática. Su Borg es un hombre de pocas palabras, pero cada gesto, cada mirada, transmite una intensidad inmensa. El actor consigue comunicar la disciplina férrea, la determinación implacable y la sensación constante de estar en un estado de alerta. Anton Yelchin, quien lamentablemente falleció, entrega una interpretación arrolladora como John McEnroe. Captura a la perfección la frustración, la ira y la teatralidad de McEnroe, sin caer en la caricatura. Su actuación es visceral y emotiva, lo que hace que la tensión de la película sea aún más palpable. El resto del elenco secundario, incluyendo a Stellan Skarsgård como Jack Fulwood, ofrece un soporte impecable.

La dirección de Taylor es impecable. El uso de la cámara es muy cuidadoso, alternando entre la acción en la pista y momentos íntimos de los personajes. La película no se basa en la espectacularización del deporte, sino que se centra en los detalles que construyen la atmósfera de tensión y anticipación. La banda sonora, compuesta por Sigur Rós, complementa perfectamente la narrativa, añadiendo una capa de melancolía y drama. La película consigue transmitir la intensidad de un momento crucial en la historia del tenis, y al mismo tiempo, nos invita a reflexionar sobre la naturaleza humana y la complejidad de la competición.

Nota: 9/10