Boy (2010)

“Boy” es una película que se ancla a un período específico, 1984, para luego romper con él con una torpeza palpable. La dirección de Taika Waititi, conocido por su humor irreverente y un toque melancólico, se demuestra aquí con un control considerable, pero sin alcanzar la maestría que hemos visto en obras anteriores. Existe un encanto visual innegable, un uso deliberado de la paleta de colores vibrantes para resaltar la desolación y el aislamiento de Waihau Bay, Nueva Zelanda, y la vida de su protagonista. La banda sonora, con un uso magistral de sintetizadores y éxitos de la época, no solo inunda la pantalla con nostalgia, sino que también se convierte en un personaje más, intensificando las emociones y el tono peculiar de la historia.

La película se centra en Boy, interpretado con una vulnerabilidad impresionante por Jacob Elordi. Su actuación es el corazón de la película, una representación cruda y honesta de la inocencia y la confusión de un niño al confrontar una realidad mucho más dura de la que él imagina. Elordi logra transmitir la mezcla de desconfianza, fascinación y frustración que experimenta Boy al tratar de entender a su padre, un hombre que él ha idealizado hasta el punto de la locura. La química entre Elordi y los otros actores, especialmente con Sam Neill como el abuelo, es especialmente efectiva, creando un núcleo familiar inquietante y profundamente conmovedor. Neill ofrece una actuación sutil pero poderosa, evocando tanto la ternura como la dureza de un hombre marcado por sus errores.

El guion, coescrito por Waititi y Roseanne Liang, oscila entre lo grotesco y lo tierno, lo absurdo y lo real. Si bien la trama principal – el descubrimiento de la verdad sobre el padre y el botín enterrado – es sencilla, la película se destaca por sus diálogos ingeniosos y sus situaciones exageradas. El desarrollo de la relación entre Boy y Rocky (Charlie Heraux), el hermano pequeño que cree tener poderes, es uno de los puntos fuertes de la película. Esta dinámica, llena de juegos, mentiras y sueños compartidos, añade una capa de humor y ternura que contrasta con la oscuridad de la trama central. La inclusión de elementos fantásticos, aunque a veces predecibles, sirve para amplificar el mensaje sobre la importancia de la imaginación y la esperanza, incluso en los momentos más difíciles. Sin embargo, la película podría haber beneficiado de una mayor profundidad en la exploración de las motivaciones del personaje de Alamein (a pesar de la actuación de James Cromwell), lo que le habría otorgado mayor complejidad al conflicto central.

En definitiva, “Boy” es una película interesante que, si bien no alcanza la perfección, ofrece una mirada única a la infancia, la familia y la búsqueda de la identidad. Es una película que te hace reír y llorar, y que te invita a reflexionar sobre lo que realmente importa. No es una película fácil de ver, pero es una película que te quedará grabada en la memoria.

Nota: 7/10