Break Clause (2019)

“Break Clause” es una propuesta intrigante y, a pesar de sus defectos, que se erige como una comedia criminal con un ritmo implacable y una atmósfera de constante peligro. La película, dirigida con precisión por Ben Thompson, se centra en un grupo de estafadores – Christy (Shona McWilliams), Liam (Tom Hughes) y el dúo Phil (Michael Socha) y Max (Connor Swindells) – que, tras una elaborada y aparentemente exitosa estafa, se ven perseguidos por una banda criminal excepcionalmente despiadada. La tensión no es un elemento superficial; se siente visceral, impregnando cada escena y obligando al espectador a estar al borde del asiento. La película no rehúye de la oscuridad del crimen, pero tampoco se hunde en el melodrama, manteniendo un equilibrio agridulce que la hace notablemente cautivadora.

La dirección de Thompson es metódica y efectiva. Domina el uso del espacio y la luz, construyendo una atmósfera claustrofóbica en la pequeña casa de alquiler donde transcurre la mayor parte de la acción. La película hace un uso inteligente de la cámara subjetiva, sumergiendo al espectador en las perspectivas de los personajes y generando una sensación de incertidumbre constante. Sin embargo, a veces, la estética visual se antoja un poco recargada, con un énfasis en la iluminación que, en algunos momentos, resta dinamismo a la imagen. En cuanto a la banda sonora, es discreta pero apropiada, nunca intrusiva, y contribuye a la sensación general de inquietud.

Las actuaciones son un punto fuerte indiscutible. Shona McWilliams ofrece una interpretación particularmente convincente como Christy, una mujer endurecida por las circunstancias y constantemente obligada a tomar decisiones difíciles. Su personaje es complejo, con momentos de vulnerabilidad y otros de frialdad calculada. Michael Socha, como Phil, aporta una dosis extra de encanto retorcido a la trama, interpretando a un estafador con un arrebato de obsesión que es a la vez hilarante y aterrador. Tom Hughes, aunque menos llamativo, cumple su función con una naturalidad que refuerza la credibilidad de la dinámica del grupo. La química entre los actores es palpable y fundamental para el éxito de la película. La amenaza representada por el personaje interpretado por Danny Dyer es igualmente efectiva; su presencia está siempre en el horizonte, como un peligro latente.

El guion, escrito por Thompson y Ben Taylor, se beneficia de un ritmo rápido y diálogos mordaces. La trama, aunque predecible en algunos puntos, mantiene al espectador enganchado gracias a sus giros inesperados y su exploración de las motivaciones de los personajes. La película no se limita a presentar un simple esquema de crimen; profundiza en las relaciones entre los estafadores, revelando las tensiones internas, las mentiras y los secretos que los mantienen unidos, o al menos, intentándolo. La "break clause" del título, la condición que permite la separación del grupo, funciona como una metáfora de la fragilidad de sus alianzas. Es importante destacar que, a pesar de la acción, se presta suficiente atención al desarrollo de los personajes, mostrando las consecuencias psicológicas de sus acciones. Sin embargo, la película podría haber beneficiado de una mayor exploración de la banda criminal a la que se enfrentan, cuya motivación y trasfondo resultan algo superficiales.

Nota:** 7/10