Breaking and Entering (2006)

“Breaking and Entering” (2006) es una película de suspense psicológico con toques de drama familiar, dirigida con una precisión casi quirúrgica por William Friedkin, y que, a pesar de las expectativas generadas, resulta ser una experiencia cinematográfica notablemente ambigua y, en última instancia, frustrante. No es una película que deje una impresión fácil, ni un final espectacularmente satisfactorio, sino que te abandona con una sensación de incomodidad persistente y una reflexión sobre la fragilidad de la confianza y las consecuencias de nuestras propias acciones.

La película se construye sobre una premisa intrigante: la amistad entre Will (Jude Law) y Amira (Juliette Binoche), dos almas heridas que encuentran consuelo en la compañía del otro, tras vivir experiencias traumáticas separadas por décadas. Law ofrece una actuación particularmente impresionante, transmitiendo la vulnerabilidad, la ambición y la constante lucha interna de un hombre que busca desesperadamente recuperar el control de su vida. Su interpretación es sutil pero poderosa, sin recurrir a excesos dramáticos, y su evolución a lo largo de la trama es palpable y creíble. Binoche, como siempre, entrega una actuación contenida pero llena de matices, logrando evocar la tristeza y el pasado atormentador de Amira con una economía de gestos y miradas que hablan por sí solas.

La dirección de Friedkin es magistral, creando una atmósfera densa y opresiva que permea cada fotograma. El uso de la luz y la sombra, las largas tomas y el ritmo deliberadamente pausado contribuyen a generar una sensación de inquietud constante. La película no se apresura en revelar sus secretos, y la tensión se acumula lentamente, a menudo a través de pequeños detalles y diálogos cargados de subtexto. El paisaje urbano de Londres, especialmente King's Cross, se convierte en un personaje más, reflejando el caos y la desintegración moral que se gestan en las vidas de sus habitantes. La fotografía de Caleb Logan es impecable, capturando la belleza decadente y la melancólica del entorno.

Sin embargo, la película no está exenta de defectos. El guion, adaptado de la novela de Graham Moore, a veces se siente excesivamente lento y la trama, aunque interesante, carece de un impulso narrativo contundente. La subtrama familiar, centrada en la relación de Will con Liv y Bea, a pesar de contar con actores talentosos como Robin Wright Penn y Poppy Rogers, se siente a veces desvinculada del núcleo central de la historia. Además, el giro argumental final, aunque sorprendente, no resulta lo suficientemente convincente como para justificar la acumulación de tensión a lo largo de casi dos horas. Si bien se intuye que la película intenta explorar las complejidades del trauma, la recuperación y la redención, el final deja ciertas preguntas sin responder y el sentido de la historia permanece ambiguo.

Nota:** 7/10