“Breathe In” es una película que, a primera vista, parece una historia familiar sencilla, pero que en realidad se revela como un estudio sutil y a veces desconcertante de las dinámicas familiares y la incomunicación. La película sigue a Alex (Lily Gladstone), una joven estudiante de intercambio que llega a la pintoresca ciudad de Ithaca, Nueva York, y decide mudarse con los Miller, una familia de acogida aparentemente normal, compuesta por el ama de casa y madre, Grace (Hope Davis), el padre, Daniel (Steven Yeun), y sus dos hijos adolescentes, el pragmático Sam (Ben Whishaw) y la sensible Chloe (Portia Doubleday). La premisa, como bien señala el resumen, es el choque entre la forma de vida de Alex y la establecida en la familia Miller. Sin embargo, lo que realmente la distingue es la forma en que la película no ofrece respuestas fáciles ni juicios moralizantes, sino que explora las complejidades y las heridas emocionales subyacentes que impulsan las acciones de cada personaje.
La dirección de Shannon Mueley es precisa y atmosférica. Ithaca es retratada con una belleza melancólica, casi como si la propia ciudad estuviera impregnada de un pasado no dicho. La cámara se centra en las pequeñas interacciones, los silencios incómodos y las miradas que dicen más que las palabras. Hay una notable quietud en la película, una que permite que los personajes, y el espectador, se sumerjan en sus pensamientos y sentimientos. Mueley evita el melodrama y la manipulación emocional, permitiendo que la historia se desarrolle de forma natural, a pesar de la creciente tensión que se va generando entre Alex y la familia. Se aprecia un control narrativo que favorece la construcción de personajes verdaderos, imperfectos y profundamente humanos.
Las actuaciones son excepcionalmente sólidas. Lily Gladstone ofrece una interpretación brillante como Alex, mostrando una vulnerabilidad y una determinación que la convierten en un personaje instantáneamente entrañable. Gladstone no se limita a interpretar un papel; encarna a Alex, comunicando la frustración, la confusión y la soledad que siente al intentar comprender las motivaciones de los Miller. El resto del elenco también destaca. Ben Whishaw, en el papel de Sam, captura a la perfección el desapego y la indiferencia de un joven que ha aprendido a protegerse del dolor. Portia Doubleday, como Chloe, logra transmitir la fragilidad y el anhelo de conexión que impulsan su comportamiento. La química entre los actores es palpable, contribuyendo a la autenticidad de las escenas familiares.
El guion, coescrito por Mueley y Dave Skeet, es inteligente y evita clichés. No hay un villano obvio ni una trama simplista. En cambio, la película se centra en la exploración de temas como la pérdida, el trauma, el perdón y la dificultad de expresar lo que realmente sentimos. La incomunicación no se presenta como un problema que se puede solucionar con una conversación fácil, sino como una barrera profunda que requiere tiempo, esfuerzo y un deseo genuino de conectar. La subtilidad del guion es, quizás, su mayor fortaleza. La película se deja en manos del espectador, invitándolo a reflexionar sobre sus propias relaciones y la manera en que comunica sus emociones.
En definitiva, “Breathe In” es una película memorable y provocadora. No es una experiencia fácil, pero su honestidad y su capacidad para evocar emociones genuinas la convierten en una obra cinematográfica que merece la pena ver y, sobre todo, reflexionar.
Nota: 8/10