Brigham City (2001)

“Brigham City” no es una película para disfrutar en un picnic. Es una experiencia visceral, inquietante y a menudo incómoda que se instala en la mente mucho después de que los créditos finales han terminado. Esta película de Robert Frick y Andy Buss, aunque no alcanza la complejidad narrativa de algunas de sus precursoras, ofrece un retrato sombrío y realista de la fe, la moralidad y la corrupción en una comunidad aislada. La premisa, con un representante de la ley mormón encontrándose frente a un asesinato, es un punto de partida sólido, pero la película prospera en su exploración de las tensiones internas de Brigham City y la fragilidad de las apariencias.

La dirección de Frick y Buss es precisa y atmosférica. Evitan caer en melodramas baratos, optando por un estilo visual sobrio y naturalista. Las imágenes son crudas y a veces perturbadoras, reflejando la atmósfera opresiva de la ciudad y la creciente sensación de paranoia que invade a los personajes. El uso de la cámara, a menudo acercándose al rostro de los actores, establece una conexión directa con sus emociones, intensificando la sensación de vulnerabilidad y amenaza. No obstante, a veces la película se torna un tanto lenta, y la falta de ambigüedad moral puede resultar frustrante para algunos espectadores acostumbrados a un desarrollo más claro de los personajes.

El reparto es extraordinariamente sólido. Wes Clayton, interpretado por Aaron Paul, ofrece una actuación convincente, transmitiendo la angustia de un hombre dividido entre su deber religioso, su responsabilidad como líder y su creciente duda sobre la verdad. Paul, conocido por su papel en "Breaking Bad", demuestra una versatilidad impresionante, capturando la complejidad de un personaje que lucha contra sus propios demonios mientras intenta mantener el orden en su comunidad. El joven ayudante, interpretado por Javier Bardem (sí, Javier Bardem!), aporta una genuina inocencia y una perspectiva fresca, mientras que la agente del FBI, interpretada por Kathleen Quinlan, se presenta como una figura pragmática y estoica, con un propósito claro pero también con sus propias sombras. Las actuaciones son naturales y sin artificios, lo cual contribuye a la credibilidad de la historia.

El guion, escrito por Buss y Frick, se apoya en un trasfondo rico y detallado de la vida mormona. Se exploran las complejidades de la fe, las tradiciones arraigadas y los secretos que se guardan bajo la superficie. Sin embargo, el guion a veces se centra demasiado en la construcción del misterio, sacrificando el desarrollo de personajes secundarios y la exploración de temas más amplios. La trama, aunque intrincada, no siempre logra conectar de manera efectiva, y algunos giros argumentales resultan predecibles. A pesar de esto, la película logra provocar reflexión sobre la naturaleza del bien y del mal, la importancia de la verdad y las consecuencias de la deshonestidad.

En definitiva, “Brigham City” es una película inquietante y provocadora que no pretende agradar a todo el mundo. Si te atraen las historias de suspense psicológico con personajes complejos y una atmósfera opresiva, esta es una opción recomendable, aunque no exenta de defectos. Es una película que se queda contigo, con preguntas sin respuestas fáciles y una sensación persistente de que algo anda mal, incluso después de que la pantalla se ha apagado.

Nota: 7/10