“Bright Star” es una película que, a pesar de no ser una explosión de emociones, logra establecer una atmósfera de melancolía y quietud que, en última instancia, resulta profundamente conmovedora. Dirigida por Sam Mendes, la película se adentra en la delicada relación entre John Keats y Fanny Brawne, dos almas que se encuentran en una Inglaterra empapada en la bruma de 1818. No es una historia grandilocuente, ni un melodrama pasional desenfrenado, sino una exploración sutil y persistente del amor, la pérdida y la búsqueda de significado en la vida.
La película no se centra en la pasión inicial, sino en la construcción gradual de un vínculo que nace de la vulnerabilidad y la empatía. Keats, interpretado con una sutileza magistral por Colin Firth, es un hombre atormentado por la enfermedad y el fracaso, un poeta en busca de la inspiración. La llegada de Fanny (Abigail Breslin) a su vida es un paréntesis en su existencia, un punto de luz en su oscuridad. Breslin, en un papel que podría haber sido plano, aporta una vitalidad y una humanidad que contrastan con la fragilidad de Keats. Lo que funciona particularmente bien es la lentitud con la que se desarrolla su relación, observando cómo una simple conversación, un gesto compartido, se convierte en el cimiento de un amor que, aunque no se exprese con pasión abierta, se siente visceralmente real.
La dirección de Mendes es impecable. Se aleja de los espectáculos visuales ostentosos y opta por una fotografía sombría, con una paleta de colores apagados que refleja el estado de ánimo de los protagonistas. El uso de la luz y la sombra, la banda sonora melancólica de Ben Salisbury y Justin Portman, crean un ambiente evocador y claustrofóbico, atrapando al espectador en la intimidad de la vida de Keats y Fanny. El guion, adaptado de la biografía de David Ebersbach, es inteligente y delicado. No rehúye la complejidad de la relación, mostrando sus momentos de tensión y sus silencios incómodos. Mendes, junto a Andrew Davies, se toma su tiempo para permitir que la historia respire, evitando simplificaciones y dando espacio a la ambigüedad y la incertidumbre inherentes a la vida real.
Sin embargo, la película no está exenta de ciertas limitaciones. La falta de profundidad en la caracterización de los personajes secundarios, y la tendencia a idealizar a Keats como un genio en declive, podrían considerarse puntos débiles. No obstante, la película logra su objetivo principal: ofrecer una visión íntima y conmovedora de un romance que se desarrolla en el marco de la tragedia, un recordatorio de la fugacidad de la vida y el poder persistente del arte.
Nota: 8/10