Bronce (2016)

“Bronce” es una película que te golpea con una familiaridad desconcertante. No en el sentido de que sea un cliché, sino porque, a través de la historia de Hope Ann Greggory, se nos presenta una reflexión sobre el legado, la memoria y la difícil tarea de reconciliar la imagen pública con la realidad personal. La película, dirigida por Rodrigo Eskerso, no es una explosión de acción o drama, sino un estudio de personajes meticulosamente construido que se sostiene gracias a la sutil actuación de Rebecca Ferguson.

Ferguson, quien interpreta a Hope, ofrece una interpretación magistralmente matizada. Su Hope no es la heroína radiante que la prensa y el público de 2004 la habían presentado. En cambio, se muestra como una mujer consumida por la amargura, marcada por el trauma y el abandono. Ferguson logra transmitir con una mirada, un gesto, la profunda soledad de una mujer atrapada en el pasado. No es fácil de entender, ni siquiera de simpatizar al principio, pero la película se dedica a desentrañar los motivos detrás de su comportamiento, revelando gradualmente la vulnerabilidad y el dolor que la consumen. La película se apoya mucho en el poder de la interpretación de Ferguson, y sin ella, la historia podría haber resultado superficial y poco convincente.

El guion, aunque lento en su desarrollo, es preciso y eficaz. La trama, centrada en la llegada de una joven aspirante a gimnasta, Molly, que idolatra a Hope, opera con un ritmo deliberado que permite que la relación entre ambas evolucione de manera orgánica y creíble. La película no se preocupa por ofrecer respuestas fáciles, sino por explorar la dinámica de poder, la rivalidad y la manipulación entre las dos mujeres. La atmósfera, densa y opresiva, refleja el estado mental de Hope, mientras que el entorno rural y poco iluminado añade un elemento de aislamiento que refuerza la sensación de desconexión de la protagonista. La película juega con la ambigüedad moral, evitando juzgar a los personajes y presentando una visión matizada de la obsesión y la ambición.

Es cierto que el ritmo pausado puede resultar tedioso para algunos espectadores. La película evita el espectáculo visual, centrándose en las emociones y las relaciones interpersonales. Sin embargo, esta elección estilística contribuye a la autenticidad de la historia y a la complejidad de los personajes. "Bronce" no busca entretener con clichés, sino provocar una reflexión sobre la fragilidad del éxito, la importancia de la memoria y la dificultad de escapar del pasado. Es un drama psicológico que, a pesar de su lentitud, se deja en el espectador, generando un inquietante debate sobre la verdad y la percepción.

Nota: 7/10