“Bronson” no es una biografía convencional sobre el encarcelado que nos presenta, sino una inmersión visceral en la psique atormentada de Charles Bronson, un individuo que se convirtió en sinónimo de caos y violencia dentro de las murallas de la prisión. Nicolas Winding Refn, conocido por su estilo visualmente impactante, se toma este proyecto con la seriedad y el riesgo que lo caracterizan, y el resultado es un filme profundamente perturbador y, a la vez, fascinante. La película no intenta romantizar la figura de Bronson, sino diseccionarla, exponiendo la raíz de su comportamiento destructivo, que parece estar profundamente arraigada en su pasado.
La dirección de Refn es impecable, construyendo una atmósfera claustrofóbica y opresiva que refleja la realidad de la vida en prisión. Las escenas de violencia, lejos de ser gratuitas, son utilizadas como herramientas narrativas para profundizar en el estado emocional de Bronson. El uso del blanco y negro, combinado con flashes de color, acentúa el contraste entre la oscuridad de su existencia y los momentos de lucidez, casi efímeros. Winding Refn juega con la cámara, empleando movimientos inestables y primeros planos que nos obligan a confrontar la mirada fría y desprovista de emociones de Bronson. Este estilo visual, si bien puede resultar inicialmente desconcertante, contribuye enormemente a la sensación de incomodidad y desorientación que impregnan la película.
La actuación de Tom Hardy es, sin lugar a dudas, la joya de la corona de esta película. Hardy se sumerge completamente en el papel, ofreciendo una interpretación transformadora que va más allá de la mera imitación física de Bronson. Captura la intensidad, la rabia y el aislamiento del personaje con una precisión asombrosa, transmitiendo la inmensa carga emocional que sufre el personaje. Su mirada, el movimiento sutil de sus manos, sus silencios prolongados; cada pequeño detalle contribuye a la creación de un personaje complejo y atormentado, que parece estar en constante lucha consigo mismo. No se trata de una imitación caricaturesca, sino de una comprensión profunda de la psicología de un hombre consumido por su pasado.
El guion, a pesar de ser conciso, evita la simplificación excesiva. Se centra en fragmentos clave de la vida de Bronson, explorando las relaciones conflictivas con sus compañeros de prisión, los intentos fallidos de escape y la constante persecución de su pasado. La película no ofrece explicaciones fáciles para su comportamiento, sino que se limita a mostrarlo, dejando al espectador la tarea de interpretar las motivaciones detrás de sus actos. Se percibe una cierta ambigüedad intencional, un resquicio de duda sobre si Bronson era un peligro para la sociedad o una víctima de las circunstancias. Es una película que te incomoda, te provoca reflexionar y que te deja con una sensación persistente de inquietud.
A pesar de su ritmo frenético y la dificultad que puede generar su contenido, “Bronson” es una obra cinematográfica potente y memorable. No es un espectáculo fácil, pero sí una experiencia cinematográfica que obliga a reconsiderar la figura de uno de los criminales más controvertidos de la historia británica.
Nota: 8/10