Buenos días, noche (2003)

“Buenos días, noche” (Good Morning, Night) no es una película para la que se debe entrar buscando un entretenimiento ligero. Es un ejercicio cinematográfico intenso, inquietante y profundamente humano que se instala bajo la piel y no la abandona fácilmente. La obra de Emma Tammi, adaptada de un libro de la misma autora, se adentra en la psique de Chiara, una joven que lleva una doble vida, la cual nos obliga a cuestionar la naturaleza de la identidad, la lealtad y el precio del idealismo.

La dirección de Tammi es magistral en su austeridad. La película se beneficia enormemente de la estética visual, un tono grisáceo, casi monocromático que replica el ambiente opresivo de la Italia de finales de los 70. La fotografía, a cargo de Luca Bigazzi, no solo crea una atmósfera particular, sino que también sirve para subrayar la deshumanización que Chiara experimenta, la sensación de estar atrapada en una jaula invisible. No hay un uso ostentoso de la cámara lenta o los movimientos grandilocuentes; la fuerza de la película reside en la sutileza y en las pequeñas miradas, en los gestos que revelan las contradicciones internas de la protagonista. La banda sonora, minimalista y con toques de flamenco, complementa perfectamente la sensación de angustia y tensión.

El núcleo de la película radica en la interpretación de Alba Rohrwacher, quien ofrece una actuación absolutamente conmovedora como Chiara. Su interpretación es sutil, casi etérea, pero la fuerza de su presencia es innegable. Rohrwacher no se limita a interpretar un papel; se convierte en Chiara, en su vulnerabilidad, en su desesperación, en su intento de aferrarse a la esperanza. La evolución de su personaje es lenta y gradual, pero cada paso lo justifica, cada mirada expresa una batalla interior. El resto del reparto, principalmente en el papel de Enzo (Riz Ahmed), amigo de Chiara, son sólidos y efectivos, pero su función principal es la de acompañar y contrastar la complejidad de la protagonista.

El guion es la verdadera joya de la película. Emma Tammi evita los clichés del thriller político, centrándose en la exploración psicológica de Chiara. La historia no se construye sobre explosiones o persecuciones, sino sobre la acumulación de pequeñas decisiones, de silencios incómodos, de miradas que trasuncian. La ambigüedad es fundamental: nunca se sabe con certeza si Chiara está justificando sus actos o si simplemente se ha perdido en un laberinto de creencias. La película no ofrece respuestas fáciles; la deja al espectador con la incertidumbre de no saber si es un acto de amor o un acto de heroísmo lo que impulsa a la protagonista, y se pregunta si realmente vale la pena sacrificarla todo por una ideología.

“Buenos días, noche” es una película difícil, pero gratificante. No es fácil de ver, requiere atención y reflexión, pero su belleza reside en su honestidad y en su capacidad para conectar con las emociones más profundas del espectador. Es un retrato melancólico y perturbador de la juventud, de la pérdida de la inocencia y de las consecuencias de perseguir ideales. Una película que permanece en la memoria mucho después de que los créditos finales hayan terminado de rodar.

Nota: 8/10