“Bugsy” (1991) es una película que, a pesar de su largo periodo de espera y las expectativas generadas por la pareja protagonista, Warren Beatty y Annette Bening, ofrece una visión sombría y, a veces, sorprendentemente humana de uno de los personajes más enigmáticos del crimen organizado estadounidense. La película no se preocupa por glorificar la vida de los gangsters, sino que, con la sensibilidad narrativa de Beatty, explora las contradicciones internas de un hombre obsesionado con la fantasía del éxito, el glamour y el control, a pesar de una vida personal desoladora.
La dirección de Beatty es, sin duda, la fuerza central de la película. Él no solo interpreta a Bugsy Siegel, sino que también se asume la responsabilidad de guion y dirección, lo que le permite construir una atmósfera visualmente rica y meticulosa. Los sets, el vestuario y la fotografía evocan el espíritu de los años 30 y 40, transmitiendo la opulencia y la decadencia de la época. Hay una atención al detalle asombrosa, desde el brillo de los automóviles hasta la textura de los trajes de los personajes, creando un mundo crudo y fascinante. Beatty consigue, con una actuación magistral, que no solo interpretemos la figura de Bugsy Siegel, sino que *entendamos* su lógica, su ambición desmesurada y su incapacidad para conectar con el mundo real.
La interpretación de Ben Kingsley como Meyer Lansky es sublime. Lansky, el cerebro financiero detrás de muchos de los negocios de Siegel, se presenta como un personaje frío, calculador y despiadado, pero también revela momentos de lucidez y una sorprendente humanidad. La química entre Beatty y Kingsley es palpable, dando vida a una relación compleja de ambición, respeto y, quizás, una pizca de admiración. Annette Bening aporta un toque de vulnerabilidad y fragilidad a Virginia Hill, la enigmática amante de Bugsy, cuya propia historia de vida, marcada por la pérdida y el abandono, añade una capa de profundidad a la narrativa.
El guion, en gran medida escrito por Beatty y Warren Collins, se centra en el impacto de las obsesiones de Bugsy en su vida y en las de aquellos a su alrededor. La película no se dedica a mostrar la violencia de los negocios del hampa; más bien, se concentra en las consecuencias emocionales de las decisiones de Bugsy, su divorcio, su alienación familiar y su implacable búsqueda de una ciudad de fantasía. El ritmo es pausado, permitiendo al espectador absorber la atmósfera y comprender la psicología de los personajes. Aunque a veces el guion puede resultar un poco denso, especialmente para aquellos no familiarizados con la vida de los gangsters, la película logra capturar el espíritu de una época y la ambición desmedida de un hombre que buscaba construir un imperio, sin importar el precio.
“Bugsy” es una película visualmente impactante y psicológicamente compleja, que ofrece una perspectiva poco común sobre una figura controvertida de la historia. No es un thriller puro, sino una reflexión sobre la ambición, el amor, la familia y la búsqueda de la felicidad en un mundo corrompido. Aunque no llega a ser una obra maestra del cine negro, es un film importante, que, a pesar de su latente espera, sigue siendo una película estimulante y digna de ser vista.
Nota: 7/10