“Cabalga Con El Diablo” (Ride With The Devil, 1969) no es una película para llevarse a la playa. Es un relato visceral y crudo, un estudio sobre la deshumanización en tiempos de guerra, y una obra maestra olvidada que merece la pena redescubrir, especialmente para aquellos interesados en el cine western, aunque este término le falte algunos de los elementos más convencionales. Dirigida por Walter Hill, conocido por su trabajo en el género de acción, esta producción sorprende por su atmósfera sombría y su enfoque en la psicología de sus personajes, lejos de las heroísmos y duelos finales típicos del género.
La película se centra en Jake Roedel (played by Sam Peckinpaugh), un joven de buena familia, y Jack Bull Chiles (played by Ben Johnson), un hombre de la frontera curtido por la experiencia. Su amistad, forjada en la infancia, se ve sacudida cuando ambos se unen a un grupo de guerrilleros sudistas en el corazón de Kansas, durante los años convulsos de la Guerra de Secesión. Hill, a menudo asociado con la violencia gráfica, no se limita a mostrar actos de violencia, sino que la utiliza como una herramienta para ilustrar la pérdida de la inocencia y la gradual transformación de sus personajes. La película refleja la brutalidad de la guerra, no con exhibiciones gratuitas, sino con una precisión implacable que hace que cada escena, incluso las más pequeñas, resuene con un peso considerable.
Las actuaciones son sobresalientes. Peckinpaugh, que se encuentra en un momento crucial de su carrera, ofrece una interpretación especialmente convincente como Jake, un hombre marcado por la tragedia y el conflicto interno. Su rostro refleja la amargura y la duda, mientras que Ben Johnson aporta una presencia imponente y un aire de pragmatismo a Jack. El resto del reparto secundario, compuesto en gran medida por actores desconocidos, es igualmente efectivo, logrando dotar a los personajes de una profundidad que va más allá de sus roles. La química entre Peckinpaugh y Johnson es palpable, y su amistad, aunque tensa y conflictiva, es el núcleo emocional de la película.
La dirección de Walter Hill es magistral. Su uso de la luz y la sombra, combinado con una banda sonora inquietante y una fotografía que captura la atmósfera desoladora del paisaje, crea una experiencia cinematográfica inmersiva y perturbadora. El guion, escrito por Hill y William Johnstone, no se limita a narrar los acontecimientos, sino que explora las motivaciones y los dilemas morales de los personajes, presentando un retrato complejo y realista de la guerra y sus consecuencias. Aunque la historia es lineal y carece de la complejidad de algunas de las obras del propio Peckinpaugh, el estilo de Hill y la calidad de la ejecución compensan con creces esta debilidad.
En definitiva, “Cabalga Con El Diablo” es una película oscura, inquietante y memorable que desafía las convenciones del género western. Es una obra que exige una atención plena del espectador, pero que recompensa esa atención con una experiencia cinematográfica intensa y significativa. Una película que, a pesar de su relativa oscuridad, posee una fuerza y una relevancia que perduran. Es un western diferente, menos sobre duelos y más sobre la pérdida de la humanidad.
Nota: 8/10