Café de Flore (2011)

“Café de Flore” es una película que no solo cuenta una historia de amor, sino que, de alguna manera, intenta pintar un cuadro de la eternidad del sentimiento, utilizando dos líneas temporales aparentemente inconexas para generar una resonancia emocional profunda y duradera. La dirección de Julien Leclerc y la cinematografía de Denis Martin son, en su mayoría, impecables. La forma en que construyen la atmósfera, con esos planos largos que te sumergen en la melancolía parisina y las imágenes de colores desaturados en el Montreal moderno, es exquisita. Hay una sensibilidad visual muy marcada, y la película evoca el romanticismo clásico, pero con una huella de modernidad que la hace sentir fresca y original. La fotografía juega un papel clave, utilizando la luz y la sombra para reflejar los estados emocionales de los personajes, creando una atmósfera opresiva y a la vez hermosa.

El guion, escrito por Leclerc y la propia Jacqueline Clerc, es donde la película encuentra sus mayores fortalezas y también, quizás, sus debilidades. La idea de conectar a dos personas a través del amor, separadas por el tiempo y la geografía, es intrínsecamente atractiva. Sin embargo, la película, a veces, se deja llevar por la propia exuberancia de la premisa, descuidando la construcción de los personajes. Aunque las actuaciones son sólidas, en particular la de Léa Seydoux como Jacqueline, hay momentos en los que la trama se vuelve un tanto artificiosa, forzada para culminar en el clímax final. El ritmo, a pesar de las largas tomas, puede resultar algo pausado, y algunos espectadores podrían encontrarlo lento. No obstante, la película recompensa la paciencia con escenas de gran belleza y momentos de verdadera intensidad emocional.

Léa Seydoux, como Jacqueline, ofrece una interpretación magistral. Su rostro, lleno de una tristeza contenida y una fuerza innegable, transmite la complejidad de una mujer atrapada en un amor que la consume. El actor que interpreta a Antoine en Montreal, Antoine Valois, entrega una actuación decente, aunque su personaje carece de la profundidad que podría haberle otorgado un guion más pulido. La conexión entre los dos actores, transmitida a través de la pantalla, es palpable, y su química es uno de los puntos fuertes de la película. La cinta explora temas universales como la obsesión, el deseo, la pérdida y la búsqueda de la trascendencia, pero lo hace con una mirada poética y un tono a menudo onírico. La ambigüedad moral de los personajes, que a veces actúan impulsivamente y a veces con una lógica propia, añade una capa extra de interés a la historia.

En definitiva, “Café de Flore” es una película que te invita a reflexionar sobre la naturaleza del amor y su capacidad para conectar a personas a lo largo del tiempo. Aunque tiene algunos defectos en el desarrollo de la trama y en la profundidad de algunos personajes, la atmósfera evocadora, las interpretaciones sólidas y la banda sonora exquisita la convierten en una experiencia cinematográfica memorable. Es una película que, más que un simple romance, es un estudio sobre el poder destructivo y redentor de las pasiones. Es una película para aquellos que disfrutan del cine lento, poético y que se atreven a explorar las grietas de la experiencia humana.

Nota: 7/10