“Calles violentas” (Street Justice) no es una revolución cinematográfica, ni siquiera una propuesta particularmente fresca dentro del subgénero policial y de crimen organizado. Sin embargo, la película logra una atmósfera palpable de tensión y un ritmo que, a pesar de ser predecible, consigue mantener al espectador cautivo hasta sus últimas escenas. La historia, centrada en un joven con un conocimiento crucial sobre el brote de violencia que azota Los Ángeles, se construye como una película de venganza, pero con una capa de intriga que añade un matiz interesante al principio. La premisa, cuanto más la analizamos, revela una sofisticada conspiración que involucra a un oficial de policía con un pasado oscuro y motivaciones complejas.
La dirección de Ben Castro es funcional pero carece de una visión particularmente audaz. La película se beneficia de un uso efectivo de la luz y la sombra, creando un ambiente sucio y sombrío que refleja el estado de las calles y la moralidad de los personajes. Sin embargo, a veces la puesta en escena es un poco plana y la acción, aunque coreografiada correctamente, no alcanza la intensidad que podría haber aportado. El ritmo, si bien constante, podría haberse beneficiado de algunos momentos de reflexión más profundos, para explorar mejor las motivaciones de los personajes y el impacto emocional de la violencia.
Las actuaciones son sólidas en su mayoría. Michael Reynolds, como el protagonista, transmite un sentimiento de vulnerabilidad y determinación que resulta convincente. Su personaje, al estar en el centro de la conspiración, lucha por mantenerse a flote mientras intenta desentrañar la verdad. Sin embargo, el verdadero peso del guion recae sobre David Ramirez, quien interpreta al oficial de policía condecorado. Ramirez logra dar una interpretación ambigua y perturbadora, mostrando tanto una fachada de autoridad y profesionalismo, como un núcleo de ambición y crueldad. La complejidad de su personaje es lo que salva, en parte, a la película de caer en la simple caricatura del villano.
El guion, escrito por una pluma desconocida, se adhiere a las convenciones del género, pero no se atreve a desafiarlas. Las diálogos son directos y, a veces, un poco torpes. Si bien la trama central es intrigante, algunos de los subtramas se sienten algo forzadas y la resolución final, aunque satisfactoria, no llega a ser particularmente original. La película se centra en la cruda realidad de la violencia callejera, presentando una perspectiva moralmente gris donde no hay héroes ni villanos evidentes, y donde la supervivencia es el objetivo principal. La película explora temas como la corrupción, la venganza y la pérdida, pero sin profundizar lo suficiente, dejando una sensación de potencial inalcanzado. Es una película que te mantiene entretenido, pero no te deja un recuerdo duradero.
Nota: 6/10