Camelot (1967)

‘Camelot’ de 1972 es una película que, en retrospectiva, destaca por su monumentalidad y su impacto cultural, aunque hoy en día no pueda pretender la frescura que le permitía su época. Dirigida por Joshua Logan, la película se enfrenta desde el principio a un desafío colosal: condensar una leyenda milenaria, repleta de personajes, batallas y dilemas morales, en una narrativa cinematográfica de casi tres horas. Logan, consciente de esta dificultad, opta por un enfoque grandilocuente, buscando la escala épica que se espera de una historia sobre el reinado de Arturo. La fotografía de Sven Nykvist, aunque a veces recae en una estética demasiado artificial y brillante, contribuye a crear un ambiente de fantasía y palacios dorados que, sin duda, cautiva al espectador.

Las actuaciones son, en general, sólidas. Richard Harris, como Arturo, ofrece una interpretación serena y noble, transmitiendo la imagen de un rey justo y preocupado por su reino. Sin embargo, la película no profundiza lo suficiente en las contradicciones internas del personaje. Franco Nero, interpretando a Lancelot, destaca por su carisma y su presencia magnética, pero su evolución romántica con Ginebra, interpretada con elegancia por Vanessa Redgrave, se siente un tanto apurada y poco realista. El romance florece con una rapidez que, en un contexto épico, parece desproporcionada y que diluye la complejidad de la tragedia. La química entre Redgrave y Nero es innegable, pero la película no se atreve a explorar las consecuencias del adulterio de una forma realmente devastadora.

El guion, adaptado de la obra teatral, es donde la película verdaderamente sufre. Se centra demasiado en los momentos grandiosos – las batallas, los banquetes, las ceremonias reales – y descuida los detalles que podrían haber enriquecido la narrativa. La película se siente, en ocasiones, como un espectáculo de variedades con episodios dramáticos intercalados. No se profundiza en la política, en los desafíos que enfrenta Arturo como líder, ni en las tensiones internas del reino. El guion recae en clichés y en una visión idealizada de la Edad Media, perpetuando una imagen de Camelot como un reino perfecto y sin sombras. La dirección musical, por su parte, es brillante y memorable, contribuyendo enormemente al tono festivo y, a veces, incluso kitsch, de la película. Sin embargo, la música, por sí sola, no puede compensar las deficiencias de la trama.

A pesar de sus fallos, ‘Camelot’ tiene un valor innegable. Su impacto en la cultura popular fue significativo, y la película sirvió como inspiración para numerosas adaptaciones posteriores. Sin embargo, como obra cinematográfica, está lejos de ser una joya. Es una experiencia visualmente atractiva y musicalmente memorable, pero carente de la profundidad y la sutileza que podrían haber elevado la historia a un nivel superior. Es, en esencia, un espectáculo de fantasía que se olvida del alma de la leyenda.

Nota: 6/10