Camp (2003)

“Camp”, la nueva comedia musical de Eli Roth, no es una revolución en el género, pero sí una dosis refrescante de optimismo y nostalgia que, sorprendentemente, logra ser eficazmente divertida. Roth, conocido por sus películas de terror, demuestra una sorprendente habilidad para abordar una narrativa con un tono mucho más ligero y sentimental, y el resultado es un filme que, lejos de decepcionar, ofrece un escape agridulce y genuinamente entrañable.

La película se centra en Bert (John Cho), un compositor exitoso, aunque ya en declive, que ha perdido la inspiración y la confianza en sí mismo tras una serie de fracasos en Broadway. Se le ofrece un trabajo en un campamento musical para jóvenes talentos, con la esperanza de encender su chispa creativa. Lo que Roth logra es crear un ambiente de campamento musical vibrante y auténtico, repleto de música pop de los 80 y 90 que es, cuanto menos, evocador. La banda sonora, compuesta en gran medida por Peter Gelb, es un elemento fundamental de la película, con canciones pegadizas y arreglos que no solo sirven como soporte emocional de la trama, sino que también actúan como una ventana a una época. La dirección de fotografía, con colores saturados y una estética que recuerda a las películas juveniles de los 80, complementa a la perfección el espíritu de la historia.

John Cho ofrece una actuación sólida y conmovedora como Bert. Su personaje evoluciona a lo largo de la película, pasando de la frustración y la desilusión a la esperanza y la redescubierta pasión. Sin embargo, el verdadero corazón de la película reside en el elenco de jóvenes actores que interpretan a los miembros del campamento musical. Cada uno de ellos aporta una energía contagiosa y una química increíble entre sus personajes, y las actuaciones de los jóvenes actores son genuinas y convincentes. La dirección de Roth no se limita a un simple tratamiento de jóvenes talentos, sino que les otorga un arco dramático importante y un sentimiento de camaradería genuino.

El guion, aunque a veces recurre a clichés del género, es considerablemente inteligente. Roth no se toma la nostalgia demasiado en serio, y la película se atreve a satirizar algunos de los convencionalismos del mundo del espectáculo. La estructura narrativa es algo lineal, pero esto no le resta valor a la exploración de temas como la amistad, la confianza en uno mismo y el poder de la música para conectar con los demás. Hay momentos de humor sutil, y también momentos de ternura que, sin duda, resonarán en el espectador. La película no intenta ser compleja, y eso es justamente uno de sus mayores atractivos: es un simple entretenimiento, pero uno bien hecho y con un mensaje positivo.

En definitiva, “Camp” es una película reconfortante y divertida que sabe aprovechar el poder de la música y la nostalgia. No es una obra maestra, pero es un ejemplo de cómo se puede abordar el género musical con frescura y sensibilidad. Roth demuestra que su talento no se limita al terror, y que, a veces, lo más interesante es explorar territorios nuevos.

Nota: 7/10