“Canción de Nueva York” (Song for Sophie) es una película que se arrastra con una elegancia melancólica, ofreciendo una visión fragmentada y sutil del dolor, la ambición y el secreto en el corazón de la ciudad de Nueva York. La película, dirigida con una sensibilidad notable por Sean Ó Faoláin, no busca emociones fáciles o un melodrama grandilocuente; en cambio, se concentra en las consecuencias silenciosas de un descubrimiento devastador y en las relaciones que se construyen a su alrededor.
La trama, sencilla en su núcleo, es el detonante para un profundo estudio de personajes. Callum Turner, en el papel del joven Liam, ofrece una actuación honesta y vulnerable, transmitiendo la frustración y la confusión de un hombre atrapado en una situación que no pidió. Su desesperación es palpable, no por la acción dramática, sino por la constancia con la que observa cómo la vida de su padre (Pierce Brosnan, que aporta una frialdad glacial y un encanto desmedido) se desmorona ante sus ojos. Brosnan, por su parte, está en su mejor momento, interpretando a un padre distante y peligroso con una belleza inquietante. La química entre ambos actores es tensa, no solo por la confrontación directa, sino por la silenciosa comprensión de la compleja dinámica familiar que se revela a lo largo de la película.
Sin embargo, la verdadera fuerza de la película reside en Kate Beckinsale como Sophie, la amante del padre de Liam. Beckinsale aporta una gran sofisticación y una mezcla magnética de vulnerabilidad y peligro a su personaje. La relación entre Sophie y Liam no es, como podría parecer inicialmente, un romance convencional. Se trata de un vínculo de desconfianza, dolor compartido y una búsqueda, tanto individual como colectiva, de un espacio seguro en medio de un caos emocional. La dirección de Ó Faoláin utiliza la cámara para explorar la intimidad de estos personajes, a menudo con encuadres que sugieren la distancia emocional que les separa. El uso de la luz y la sombra también es sutil pero efectivo, contribuyendo a la atmósfera opresiva y melancólica.
El guion, aunque no repleto de giros argumentales impactantes, se distingue por su atención al detalle y su capacidad para evocar la atmósfera decadente y la solitaria belleza de Nueva York. La película no se apresura en sus revelaciones, permitiendo que el espectador asimile gradualmente la verdad y sienta el peso de la decepción. La narrativa se basa en el diálogo y la observación, más que en la acción, y es en estos momentos donde la película alcanza su mayor profundidad. A pesar de su ritmo pausado, la película mantiene un interés constante gracias a la tensión latente que impregna cada escena. Es una película que requiere paciencia y una disposición a sumergirse en la tristeza de sus personajes, pero la recompensa es una reflexión sobre las relaciones familiares, el secreto y la búsqueda de la felicidad, aunque sea en medio de la desilusión.
Nota: 7/10