“Capitán Kóblic” no es un thriller convencional ni un drama policial de ritmo vertiginoso. Es, en cambio, una experiencia cinematográfica densa, melancólica y profundamente arraigada en la atmósfera paranoica de la Argentina de finales de los 70. La película de Marcos Carneiro se erige como una meditación sobre el trauma, la soledad y el peso de los secretos no confesados, utilizando la trama de un misterio policial como telón de fondo para explorar la psique atormentada de su protagonista.
La película, filmada en blanco y negro, contribuye considerablemente a su inquietante calidad. La paleta de colores limita la narración visual, obligando a Carneiro a depender aún más de la atmósfera, el sonido y la puesta en escena para generar sus efectos. El blanco y negro acentúa la sensación de desolación, de un pasado que acecha constantemente al protagonista, y refuerza la atmósfera claustrofóbica de la pequeña colonia de Colonia Helena. La dirección de fotografía es precisa y evocadora, con composiciones que reflejan el aislamiento y la decadencia del lugar.
La actuación de Ricardo Darín como Tomás Kóblic es magistral. Darín no se limita a interpretar un personaje; lo *encarna*. Su Kóblic es un hombre roto, marcado por un pasado que se niega a dejarlo ir, y su mirada transmite una profunda tristeza y una amarga resignación. A su lado, Benicio Quevedo como el comisario Ovejero aporta un contrapunto interesante, con una actuación sutil pero efectiva que denota una ambigüedad moral que complica la trama. La química entre ambos actores es palpable y fundamental para la credibilidad de la historia.
El guion, adaptado de la novela homónima de Guillermo Martinez, es el corazón de la película. No busca soluciones fáciles ni explicaciones definitivas. En cambio, se centra en la construcción del personaje y en la exploración de sus motivaciones. La trama, aunque inicialmente planteada como un caso policial, se transforma en una indagación sobre la memoria, el olvido y la imposibilidad de escapar del pasado. La lentitud narrativa puede resultar frustrante para algunos espectadores, pero es precisamente esta deliberada lentitud lo que permite desarrollar la profundidad de los personajes y la complejidad de la trama. La película no ofrece respuestas, sino preguntas. Y estas preguntas, como los fantasmas que acechan a Kóblic, permanecen en la mente del espectador mucho después de que los créditos finales han rodado.
A pesar de su ritmo pausado, “Capitán Kóblic” es una experiencia cinematográfica memorable y perturbadora. Es una película que exige paciencia y compromiso por parte del espectador, pero que recompensa con una reflexión profunda sobre la condición humana. No es una película para todos los gustos, pero para aquellos que aprecien el cine reflexivo, la introspección y la atmósfera opresiva, “Capitán Kóblic” es una joya cinematográfica.
Nota: 8/10