“Capone” de Martin Scorsese es una película inquietante y profundamente perturbadora que no busca glorificar la figura del gánster Al Capone, sino diseccionarla hasta sus entrañas más podridas. Scorsese, un maestro en la exploración de la complejidad humana, nos entrega un retrato sombrío y desolador de un hombre consumido por la culpa, la paranoia y la lenta agonía de la demencia. La película se centra en los últimos años de Capone, ya no como el despiadado capo de la mafia que dominó Chicago, sino como un hombre anciano, frágil y atormentado por los fantasmas de sus crímenes.
Robert De Niro, en su última interpretación, ofrece una actuación magistral y, francamente, devastadora. Su Capone no es el caricature del criminal implacable que suele asociarse a la figura. En cambio, vemos a un hombre desorientado, débil, incapaz de distinguir entre realidad y alucinaciones, donde el pasado no deja de resurgir, atormentándolo con cada recuerdo, cada rostro, cada acto de violencia. La fragilidad física de De Niro se suma a la fragilidad mental, creando un personaje sumamente vulnerable y, a la vez, aterradoramente convincente. La sutileza de sus miradas, la lentitud en sus movimientos, la forma en que lucha por mantener la coherencia en sus pensamientos... todo contribuye a la intensidad del retrato.
La dirección de Scorsese es impecable, como suele ser habitual en su filmografía. La película está llena de una atmósfera opresiva, casi claustrofóbica, que refleja la psique fracturada del protagonista. El uso de la luz y la sombra es particularmente efectivo, enfatizando la oscuridad que se cierne sobre Capone y su mundo. Las escenas en la casa de la hija de Capone, donde se debate entre protegerlo y denunciarlo a la policía, son especialmente poderosas y generan un gran impacto emocional. La película no recurre a clichés ni a grandilocuencias, sino que se concentra en los detalles, en las pequeñas anécdotas que revelan la complejidad del personaje y su relación con quienes le rodean. El sonido, también, juega un papel crucial, con el uso de la música y los efectos sonoros que intensifican la sensación de incomodidad y desorientación.
El guion, adaptado de la biografía de Lawrence Schiller, se centra en la lenta desaparición de la memoria y la confrontación de Capone con su pasado. No se trata de una narración lineal y emocionante, sino de una exploración psicológica profunda y, a veces, dolorosa. La película se toma su tiempo para mostrar el deterioro mental de Capone y sus consecuencias. Aunque algunos podrían encontrar el ritmo lento y contemplativo, contribuye a la sensación de angustia y desesperación que impregna la película. El guion evita juzgar moralmente a Capone; más bien, intenta comprenderlo como un ser humano atormentado por sus acciones y marcado por la tragedia. Es una película que no ofrece respuestas fáciles y que deja al espectador con una sensación de inquietud persistente.
Nota: 8/10