Captivity (Cautivos) (2007)

“Captivity” (Cautivos), dirigida por Peter Bergman, no es precisamente una joya del cine de terror, pero sí una experiencia inquietante y perturbadora que, a pesar de sus evidentes influencias, consigue generar cierta atmósfera y, sobre todo, una fuerte inversión emocional en la protagonista. Bergman, conocido por su trabajo en televisión, demuestra un dominio considerable en la construcción de una tensión sostenida, utilizando el claustrofobia del entorno como una herramienta fundamental para el desarrollo del horror psicológico. La película no se basa en sustos fáciles ni gore excesivo, sino en la lenta erupción del pánico y la desesperación, lo que la hace más efectiva a largo plazo.

La película sigue el relato de Jennifer (Erica Ferguson), una modelo de alta costura, y su chófer, Ben (Peter Facundo), cuya vida se ve abruptamente interrumpida por un secuestro. Aislados en un sótano subterráneo de Nueva York, la situación se complica cuando el secuestrador, interpretado con una frialdad inquietante por Eric Bana, empieza a manipularlos, no solo física, sino también emocionalmente. Bana ofrece una actuación convincente, interpretando al asesino no como un monstruo caricaturesco, sino como un hombre roto y obsesionado que busca la validación a través del control y la degradación. La dinámica entre Jennifer y Ben, producto de la necesidad y la desconfianza, es el núcleo emocional de la película. La química entre Erica Ferguson y Peter Facundo es notable, construyendo una relación de vulnerabilidad y, eventualmente, de deseo en un contexto tan extremo.

El guion, escrito por Bergman, es, en general, sólido, aunque presenta algunas inconsistencias y momentos que podrían haberse desarrollado con mayor profundidad. La narración es en su mayoría lineal, siguiendo la progresión del secuestro y la lucha por la supervivencia. Sin embargo, la exploración de la psicología del secuestrador y el desarrollo de su motivación resultan algo superficiales. El ritmo, deliberadamente lento, puede resultar tedioso para algunos espectadores, pero contribuye a la sensación de desesperación y a la construcción de la atmósfera opresiva. A pesar del esfuerzo por mantener el misterio, algunos detalles del pasado del secuestrador se revelan demasiado pronto, disminuyendo ligeramente el impacto de ciertas revelaciones posteriores. La dirección de Bergman se centra en los detalles: la iluminación sombría, la encuadres que acentúan la claustrofobia, y la banda sonora, minimalista pero efectiva, contribuyen a crear una experiencia inmersiva y perturbadora.

En definitiva, “Captivity” no es un thriller de secuestro convencionales. Es una meditación sobre la fragilidad humana, la desesperación y la búsqueda de conexión en las circunstancias más extremas. Aunque su ritmo pausado y sus inconsistencias lo alejen de ser una película de terror perfecta, su atmósfera, las actuaciones convincentes de sus protagonistas y la exploración psicológica de sus personajes hacen de “Captivity” una película que merece la pena ver, aunque con la expectativa correcta. Es un estudio de personajes más que un simple relato de horror.

Nota:** 6/10