“Capturado” (Captured) es un thriller psicológico que, en su ejecución, se siente a veces frágil pero que, en su núcleo, plantea interrogantes inquietantes sobre la manipulación, la fe y la fragilidad del individuo. La película se construye lentamente, saboteando inicialmente la anticipación del espectador con una puesta en escena que, si bien visualmente aceptable, carece de la atmósfera que uno esperaría de una historia que gira en torno a una secta. Sin embargo, a medida que avanza la trama, y especialmente a medida que la relación entre Danny Stetson (interpretado por un Gabriel Soto con una actuación notablemente contenida) y el enigmático líder de la comuna, Silas (un David Sanchez convincentemente carismático y amenazante), la película consigue generar tensión y un sentimiento palpable de inquietud.
La dirección de Thomas Cohen se centra en la ambigüedad moral. No se presenta a Silas como un villano caricaturesco, sino como un hombre que, en su propia convicción, está ofreciendo a sus seguidores una nueva vida, una redención. Esto obliga al espectador a cuestionarse si sus acciones son realmente inaceptables, generando un debate ético sutil y, a mi parecer, el punto más fuerte de la película. La fotografía, a menudo oscura y con un uso estratégico del color, contribuye a esta atmósfera de incomodidad y desconfianza. Particularmente efectiva es la paleta de colores rojizos y dorados en las escenas que rodean al culto, evocando imágenes de religiones paganas y creando un contraste visual con el entorno aparentemente normal del mundo exterior.
El guion, aunque inteligente en sus planteamientos, sufre de momentos de ritmo desigual. Algunas secuencias, dedicadas a la “programación” de Danny, se alargan innecesariamente, perdiendo parte de su impacto. Por otro lado, el desarrollo de la relación entre Danny y Silas es lo más interesante, aunque a veces se siente forzado. La tensión entre los padres de Danny, desesperados por recuperar a su hijo, es lo suficientemente fuerte como para mantener el interés, pero podría haber tenido mayor profundidad. Gabriel Soto, más allá de su atractivo físico, ofrece una actuación controlada y sutil, transmitiendo la confusión y la creciente desesperación de su personaje. David Sanchez, en cambio, se sumerge en el papel de Silas con una intensidad que, en ocasiones, desborda, aunque contribuye a la ambigüedad moral central de la película.
En definitiva, “Capturado” no es una obra maestra, pero sí un thriller psicológico interesante que invita a la reflexión. La película no ofrece respuestas fáciles y, al contrario, deja al espectador con la sensación de que las verdaderas manipulaciones a menudo se encuentran dentro de nosotros mismos. Es una película que, aunque imperfecta, merece la pena ver por su capacidad para plantear preguntas incómodas sobre la fe, la identidad y el poder de la persuasión. La ambigüedad moral es un punto fuerte, aunque el ritmo a veces falla en su ejecución.
Nota:** 6/10