Cara norte (2008)

“Cara norte” (North Face) es una película de 1936 que, a pesar de su antigüedad, sigue resonando con una fuerza inquietante. La historia, basada en un evento real pero embebida en el contexto político y social de la Alemania nacionalsocialista, se centra en la ambiciosa ascensión de Toni Kurz y Andi Hinterstoisser al Eiger, una de las montañas más desafiantes de Europa. La película no se limita a ser una simple película de aventura; es un estudio sutil y perturbador de la propaganda, la ambición desmedida y la manipulación del idealismo.

La dirección de William Keighley es, en general, competente, logrando capturar la inmensidad y la letalidad de la montaña. Los planos de la ascensión son impresionantes, transmitiendo la dificultad técnica y el peligro inherente al esfuerzo. Sin embargo, la película no busca una representación visualmente espectacular, sino que prioriza la atmósfera y la tensión psicológica. El uso de la luz y la sombra, especialmente durante las nevadas, contribuye a crear una sensación constante de claustrofobia y desesperación. El director suprime el glamour romántico, a menudo asociado con las películas de aventura de la época, optando por un realismo crudo y desmitificador.

Las actuaciones son sólidas. Curt Bois, como Toni Kurz, irradia una mezcla de determinación y vulnerabilidad, mientras que Peter Lorre, en el papel de Hinterstoisser, aporta una profundidad inusual a un personaje que podría haber sido reducido a un simple matón. Lorre, como el periodista encargado de glorificar la ascensión, ofrece una interpretación particularmente memorable: su mirada, a menudo llena de una mezcla de ambición y desprecio, revela la hipocresía de la época y la facilidad con la que la propaganda puede manipular la percepción pública. La joven novia de Toni, interpretada por Elisabeth Schäffer, actúa con una honestidad conmovedora, contrastando con la retórica grandilocuente que rodea el evento.

El guion, adaptado de un artículo de revista, es lo que realmente distingue a “Cara norte”. No rehuye la ironía de la situación: dos alpinistas no miembros del partido nazi, transformados en héroes por el régimen. El guion explora las motivaciones de los personajes, sus miedos y sus ambiciones, pero también la influencia del contexto político. La película no glorifica la ascensión, sino que la presenta como un acto de locura, impulsado por la ambición y la necesidad de demostrar algo a una sociedad obsesionada con la fuerza y la virilidad. La inclusión de un periodista, que intenta dar forma a la narrativa para la propaganda, añade una capa adicional de complejidad y crítica social. El guion, aunque a veces lento, es inteligente y provoca reflexión.

La película, en su conjunto, es un clásico del cine de aventura con un valor añadido: su capacidad para ser interpretada como una alegoría sobre la manipulación y el poder de la propaganda. Es una obra que merece ser vista y reflexionada, especialmente en el contexto actual.

Nota: 7/10