“Caramel” es un ejercicio cinematográfico profundamente conmovedor y, en mi opinión, una de las películas más significativas del cine contemporáneo. Dirigida por Nadine Labaki, la película no se limita a narrar una historia; ella construye un universo sensorial y emocional que nos transporta a Beirut, y específicamente, a un salón de belleza donde la vida de cinco mujeres se entrelaza en conversaciones cotidianas, secretos y sueños rotos. La película no busca ofrecer una visión grandilocuente del mundo, sino más bien, una fotografía íntima de la vida femenina en una ciudad marcada por la guerra, la migración y la complejidad social.
La dirección de Labaki es magistral. La película no recurre a clichés o melodramas fáciles. En cambio, se centra en los detalles: el olor de las cremas, el sonido de las tijeras, la luz del sol que entra por las ventanas. Estos elementos, combinados con la fotografía de Oleg Hasani, crean una atmósfera palpable y auténtica. La elección de mostrar la película casi exclusivamente desde la perspectiva de las mujeres, y sin un solo hombre en primera plana, es fundamental. No es una declaración política, sino una elección estética y narrativa que potencia el poder de las historias que se cuentan.
Las actuaciones son impecables. Shadia Lafi como Layale, Fida Boussedaina como Nisrine, Sarah Khiari como Rima, Kristine Brewer como Jamale y Georges Rizk como Rose, transmiten una riqueza de matices y emociones. Cada una de ellas representa una vida diferente, una lucha diferente, pero todas comparten un hilo conductor: la búsqueda de la identidad, la libertad y la conexión humana. La química entre las actrices es evidente, y las conversaciones que sostienen en el salón son el corazón de la película. No son simplemente charlas sobre peinados y maquillaje; son reflejos de la realidad, de las esperanzas, los miedos y las frustraciones de estas mujeres.
El guion, adaptado de un artículo de periódico escrito por el propio Labaki, es particularmente brillante. La escritura es sutil, inteligente y respetuosa. Evita juzgar a sus personajes, permitiéndoles hablar por sí mismas y mostrando las contradicciones inherentes a sus vidas. La película aborda temas como la maternidad, la sexualidad, el matrimonio, el deseo y la violencia de género, pero lo hace con sensibilidad y sin caer en la moralización. La trama, aunque aparentemente sencilla, está cargada de simbolismo y alusiones a la historia de Beirut, pasando por la ocupación israelí, el conflicto libanés y las consecuencias del exilio.
“Caramel” no ofrece respuestas fáciles, sino que plantea preguntas inquietantes sobre la condición femenina, la libertad y la complejidad de la vida en Oriente Medio. Es una película que te permanece en la mente mucho después de que termina. Una película que, a mi parecer, merece ser vista y compartida.
Nota: 9/10