“Carancho” no es una película fácil de ver, pero tampoco debería serlo. Dirigida por Santiago Torres, esta historia argentina se sumerge en las entrañas de un sistema legal y médico corrupto, exponiendo con valentía y crudeza las consecuencias humanas de la desigualdad y la avaricia. La película no busca ofrecer soluciones, sino documentar, con una precisión implacable, la forma en que la muerte se convierte en un negocio rentable para algunos, mientras la justicia se ve comprometida. La narrativa, inicialmente contigua, se vuelve exponencialmente más potente al centrarnos en Sosa, interpretado con una profundidad notable por Leonardo Dicentro. Su personaje, un abogado de oficio, no es un héroe moralizado. Luján, la doctora recién llegada, representada magistralmente por Julieta Cardinali, se convierte en el catalizador de la desintegración moral de Sosa, obligándolo a confrontar sus propios valores y la responsabilidad de su profesión.
El guion de Torres y Sebastián Climent es la columna vertebral de la película. No se basa en melodramas ni en soluciones fáciles. Se construye lentamente, dejando que la tensión crezca a medida que Sosa y Luján se acercan a la verdad. La película evita la simplificación, permitiendo que el espectador forme sus propias conclusiones sobre la moralidad de los personajes y las consecuencias de sus actos. La dirección de Torres es precisa y atmosférica, utilizando los espacios claustrofóbicos de los hospitales y las comisarías para acentuar el desasosiego y la sensación de fatalidad que impregna la historia. El sonido, en particular, juega un papel fundamental, con sus silencios cargados y las voces susurradas que transmiten la angustia y el peligro.
Las actuaciones son excepcionales en su totalidad. Dicentro ofrece una interpretación desgarradora de Sosa, un hombre roto por la culpa y la desesperación. Cardinali, por su parte, transmite la fragilidad y la determinación de una joven médica que lucha por mantener su integridad profesional en un entorno hostil. Sin embargo, la verdadera fuerza de la película reside en su capacidad para mostrar a personajes complejos, ambivalentes, que no son ni héroes ni villanos, sino seres humanos falibles enfrentados a circunstancias extremas. No hay personajes "buenos" o "malos", solo personas lidiando con sus propios dilemas morales.
El aspecto visual es deliberadamente austero, con una paleta de colores apagada y una fotografía que refleja el deterioro físico y moral de los personajes. La película no se adscribe a fórmulas de entretenimiento, sino que opta por la introspección y el análisis, dejando al espectador con preguntas incómodas y una profunda reflexión sobre el sistema legal, la ética médica y la valía de la vida. “Carancho” es un recordatorio impactante de la fragilidad humana y la corrupción sistémica, un thriller psicológico que no busca complacer, sino confrontar.
Nota: 8/10