Carne trémula (1997)

“Carne trémula” (Raw, en su título original) es una película que te cala hasta los huesos, no solo por su temática explícita sino por la manera en que construye una atmósfera de creciente tensión y desesperación. La película, dirigida por Maaria Lapilä, no se ofrece como un melodrama sentimental convencional, sino como una exploración visceral y perturbadora de la juventud, la sexualidad reprimida y las consecuencias devastadoras de la violencia.

La película se centra en Victor, interpretado con una fuerza y vulnerabilidad inquietantes por Robert Kollege. Kollege logra transmitir el tormento interno del personaje, su angustia sexual, su sensación de no pertenecer y su anhelo inconfesable por Elena. La película sabe jugar con la incomodidad y el deseo, sin caer en la explotación gratuita. La dirección de Kollege es fundamental para dar vida a este joven atormentado y, a la vez, para entender la profundidad de su conflicto.

La actuación de Alma Heikkilä como Elena es absolutamente brillante. Heikkilä aporta una complejidad y un matiz que van más allá de la mera representación de una joven que busca escapar de su pasado. Elena no es una víctima pasiva, sino una figura en constante conflicto, atrapada entre sus deseos y su responsabilidad. Su evolución a lo largo de la película es convincente y, a veces, perturbadora. La relación entre Victor y Elena es el núcleo de la película, y la química entre los dos actores es innegable, aunque a menudo cargada de una tensión palpable que se siente hasta en la piel del espectador.

El guion, adaptado de la novela homónima de J.K. Harju, es la verdadera columna vertebral de la película. No se limita a narrar los hechos, sino que los explora desde una perspectiva psicológica, desgranando las motivaciones, los miedos y las frustraciones de los personajes. La película consigue transmitir un retrato crudo y realista de la juventud en crisis, donde las normas sociales y las expectativas familiares chocan con la necesidad de explorar la propia identidad. La historia no ofrece soluciones fáciles ni finales felices, sino que se concentra en las consecuencias de la violencia, la culpa y la pérdida.

El uso de la cámara, a menudo cercano y subjetivo, intensifica la sensación de inmersión en la vida de los personajes. La fotografía en tonos oscuros y apagados contribuye a la atmósfera sombría y claustrofóbica de la película, mientras que el sonido, especialmente los efectos de sonido y la banda sonora, juegan un papel crucial en la creación de la tensión y el suspense. La película no rehúye de las escenas más impactantes, pero lo hace de una manera que se siente orgánica y no gratuita, reforzando el mensaje sobre la devastación que genera la violencia.

En definitiva, “Carne trémula” es una película que se queda contigo mucho después de que los créditos finales hayan terminado de rodar. Es una obra provocadora y, a veces, incómoda, pero también profundamente humana. Es una película que merece ser vista y discutida.

Nota: 8/10