Casada con todos (1988)

“Casada con Todos” (1998) no es una revolución narrativa, pero sí un ejercicio de elegante melodrama con un toque de humor negro que, si bien no rompe con los clichés del género, los maneja con notable fluidez. La película, dirigida por Norman Jewison, nos presenta la historia de Angela Demarco, interpretada con una fragilidad magnética por Diane Lane, una mujer atrapada en un matrimonio impuesto por el poder de la mafia, y que ve una oportunidad de escapar de un destino ineludible tras la muerte de su marido. La premisa, aunque ya no tan fresca como en su estreno, se sostiene gracias a la dirección de Jewison, que crea una atmósfera de tensión constante, equilibrando con maestría el suspense con el romance y el humor. No se busca el drama explosivo, sino una sensación palpable de peligro inminente, como si el viento acariciara la periferia de la tranquilidad.

Las actuaciones son, sin duda, uno de los puntos fuertes de la película. Diane Lane ofrece una interpretación cautivadora, capturando la desesperación y la silenciosa resiliencia de Angela. Su mirada, a menudo llena de tristeza y, en ocasiones, de una sonrisa irónica, es suficiente para transmitir la complejidad del personaje. Además, Bryan Cranston, como Tony Russo, aporta una presencia imponente y una amenaza subyacente que lo convierten en un villano, no caricaturesco, sino inquietantemente real. John Travolta, en el papel del agente del FBI Mike Downey, aporta una nota diferente, con un tono ligeramente más cómico y una evolución del personaje a lo largo de la trama que, aunque podría ser más desarrollada, funciona satisfactoriamente. La química entre Travolta y Lane es sutil pero efectiva, creando un triángulo romántico tenso y ambiguo.

El guion, aunque sencillo, evita las facilidades y se centra en la psicología de sus personajes. No hay grandes diálogos o giros argumentales sorprendentes, pero sí una construcción narrativa cuidadosa, que permite al espectador conectar emocionalmente con las decisiones de Angela. La tensión se construye gradualmente, a través de pequeños detalles y de la constante amenaza que representa la mafia. Sin embargo, podría haber profundizado más en la motivación de Tony Russo y en las razones detrás de la vigilancia del FBI, considerándolo un elemento algo superficial. El tratamiento del tema de la mafia, si bien no se centra en la violencia explícita, sí que evoca el poder y la corrupción de forma indirecta. La película, en definitiva, no intenta ser una obra maestra del cine negro, pero sí logra entretener y hacer reflexionar sobre la ambigüedad moral y las decisiones que tomamos en la vida.

El vestuario y la banda sonora contribuyen a crear la atmósfera particular de la película. La fotografía, con tonos sobrios y una paleta de colores apagados, refuerza la sensación de peligro y de aislamiento que experimenta Angela. La banda sonora, a menudo melancólica y evocadora, acompaña las emociones del personaje y subraya la tensión de la trama. Es una película que se disfruta mejor con una actitud relajada, permitiendo que la atmósfera y las actuaciones hablen por sí solas.

Nota: 7/10