“Cavernícola” (1976) no es, de ninguna manera, una película que busque complacer al espectador moderno. Es una obra visceral, cruda y, a veces, desconcertante que se aferra con tenacidad a un pasado remoto, a la vida de una tribu cavernícola que lucha por sobrevivir en un entorno implacable. La película de Juan Sartosa y Fernando Diaz de Estrada, olvidada por mucho tiempo, es ahora una reivindicación del cine de autor español temprano, un ejercicio de estilo y una declaración de intenciones que, a pesar de sus limitaciones técnicas, posee una fuerza narrativa sorprendente.
La dirección de Sartosa es el punto fuerte indiscutible de la película. Evita la sentimentalidad y se centra en la representación directa de la existencia. La cámara, principalmente encuadrada en un plano medio, sigue a Atouk (José Sacarrás) de manera implacable, reflejando su aislamiento y su desesperación. No hay artificios visuales, ni planos complejos, ni intentos de modernizar la película. La película se presenta como un registro, casi documental, de la vida cotidiana de una tribu, con sus conflictos, sus rituales y sus peligros. Esta decisión, aunque pueda parecer austera, es fundamental para la efectividad de la película, ya que la fuerza reside en su crudeza y en la sensación de estar presenciando algo real, sin adornos.
José Sacarrás, como Atouk, ofrece una actuación magistral. No busca la heroicidad o el idealismo. Su personaje es un hombre pequeño, vulnerable, marcado por el rechazo y la frustración. Sacarrás transmite con precisión la desesperación, la rabia contenida y el sentimiento de abandono de Atouk. Sus gestos, sus miradas, su voz, todo comunica la angustia de un hombre que lucha por su supervivencia y por su amor. El resto del reparto, en su mayoría actores anónimos, cumplen su cometido con una naturalidad que contribuye a la autenticidad de la película. Tonda, interpretado por Juan Miguel Alías, es un personaje especialmente memorable, un jefe cavernícola brutal y despiadado, pero también vulnerable y, en cierto modo, trágico.
El guion, aunque sencillo en su estructura, es eficaz en la creación de un mundo crudo y convincente. La película no explora las motivaciones psicológicas profundas de los personajes, sino que se centra en sus acciones y en las consecuencias de sus actos. El desarrollo de la trama es lento y gradual, centrado en las alianzas que Atouk forma para regresar a su clan. La película no ofrece soluciones fáciles o finales felices. La vida en la caverna, como en la vida real, es una lucha constante por la supervivencia. Las alianzas que Atouk forma son efímeras y la película, a pesar de la esperanza inicial, termina con una sensación de derrota. Es una película que, como su protagonista, no se entrega fácilmente.
En definitiva, “Cavernícola” es una película que exige al espectador, pero que recompensa con una experiencia cinematográfica única y conmovedora. Es un clásico olvidado que merece ser redescubierto. La cinta no es perfecta, la fotografía es de una época, y la historia es lineal, pero la atmósfera, la dirección y las actuaciones son excepcionales. Es una película que permanece en la memoria mucho después de que termina.
Nota: 7/10