Cegados por el sol (2015)

“Cegados por el sol” es un ejercicio de inquietante ambigüedad, un libre y sutil homenaje a “La piscina” de Jacques Deray, pero que, a su vez, logra crear una atmósfera y una tensión propias, inquietantes y perturbadoras. El director, Philip Noyce, no busca la grandilocuencia o el espectáculo, sino que se concentra en la lenta erosión de la normalidad, en la descomposición de las relaciones humanas bajo el sol abrasador de la costa mediterránea. La película no es un thriller convencional; su fuerza reside en la sugestión, en la sensación constante de que algo malo se está gestando bajo la superficie.

La dirección de Noyce es magistral en su minimalismo. No hay grandes sustos, ni persecuciones frenéticas. El ritmo es pausado, casi contemplativo, permitiendo que la incomodidad crezca gradualmente. El uso de la luz y el color es fundamental; la opulencia del entorno, las piscinas impecables y las noches estrelladas, contrastan con la oscuridad que se cierne sobre los personajes. La fotografía de Dionisio Pateris es exquisita, creando imágenes de una belleza desoladora que preludia el horror inminente. Es una película que te exige atención, te insta a observar cada gesto, cada mirada, cada silencio. Noyce parece consciente de que la realidad es a menudo más siniestra que la ficción, y eso se refleja en la manera en que construye la tensión.

El reparto, encabezado por Michael Fassbender como el cantante Leo Bloom, entrega interpretaciones soberbias. Fassbender, en particular, es deslumbrante. Su actuación es sutil, ambigua, llena de matices. No revela la mente del personaje de inmediato, dejando al espectador constantemente cuestionando sus motivaciones. El resto del elenco – Rebecca Ferguson como la joven y ambiciosa Elena, y Benjamin Whishaw como el agente de Leo, Gary – también brillan. Las actuaciones son honestas, creíbles y contribuyen a la atmósfera de desconfianza que permea toda la película. Hay una química palpable entre Fassbender y Ferguson, que se refleja en la tensa relación que desarrollan a lo largo de la trama.

El guion, adaptado de la novela de Bret Easton Ellis, es una joya de la sutileza. Evita las explicaciones excesivas y se centra en el juego de miradas y el intercambio de silencios. La novela es tan ambigua como la película, y Noyce la ha trasladado con precisión al cine. La historia se centra en la manipulación, el engaño y la vulnerabilidad. El personaje de Leo Bloom no es un villano en el sentido tradicional; es un hombre consumido por su adicción y su deseo de control. El guion explora la fragilidad de la identidad y la facilidad con la que la persona puede ser víctima de sus propios demonios. La narrativa se mueve con elegancia, sugiriendo más de lo que revela, lo cual resulta fascinante para el espectador.

En definitiva, “Cegados por el sol” es una película inquietante, sugerente y profundamente perturbadora. No es una película fácil de ver, pero es una experiencia cinematográfica memorable. Es un estudio de personajes complejo y una reflexión sobre la naturaleza humana, adicta a la ambigüedad. Nota: 8.5/10