Cerdos salvajes (2007)

“Cerdos Salvajes” (American Meat), de Nicolas Winding Refn, no es una película para todo el mundo. Es una experiencia visceral, una inmersión en el placer y la violencia desmedida, un ejercicio de estilo que desafía la complacencia del espectador y lo obliga a confrontar sus propios deseos más oscuros. Refn no busca entretener con una narrativa tradicional; lo que ofrece es un viaje sensorial, una exploración de la masculinidad tóxica, la hedonismo y la pérdida de la inocencia. La película, ambientada en el árido y desolador paisaje del oeste americano, es un festín visual y auditivo que, aunque inquietante, posee una cierta fascinación.

La dirección de Refn es, sin duda, el corazón de la película. El uso del color, especialmente el rojo, es omnipresente, creando una atmósfera onírica y al mismo tiempo opresiva. La composición de cada plano es meticulosa, buscando el instante preciso en el que la violencia es más impactante y perturbadora. El ritmo de la película es deliberadamente irregular, alternando momentos de calma tensa con explosiones de violencia que no son gratuitas, sino que se justifican a través de la psicología de los personajes. Refn manipula el tiempo y el espacio, creando una sensación de desorientación y anticipación constante. Sin embargo, a veces la obsesión por el estilo puede eclipsar a la historia en sí, dejando al espectador sintiéndose más como un observador pasivo que como un participante en la acción.

El reparto, liderado por un Travolta absolutamente transformador, entrega actuaciones memorables. Travolta, que revivió su personaje más icónico de la década de los 80, ofrece una interpretación contundente y desgarradora de un hombre atormentado por su pasado y consumido por el deseo. Michael Shannon, como Bobby, el antagonista, es un ser implacable y despiadado, una fuerza de la naturaleza que se deleita en el caos y la destrucción. Amy Adair y Riley Keough, como las mujeres de Bobby y Michael respectivamente, aportan una fragilidad y un atractivo inquietante a sus roles. Sus interacciones están cargadas de tensión sexual y un aura de peligro inminente.

El guion, adaptado de la novela de Daniel Woodrell, es conciso y directo. Evita explicaciones y se centra en la presentación de personajes complejos y moralmente ambiguos. La historia no es particularmente original, pero la forma en que Refn la cuenta es lo que la hace destacar. El guion, a pesar de su brevedad, explora temas como la soledad, la violencia, el machismo y la pérdida. La película no ofrece respuestas fáciles, sino que plantea preguntas incómodas y deja al espectador con una sensación de inquietud persistente. La novela original ya era provocadora, pero Refn la amplifica y la traslada a un plano de estilismo y belleza perturbadora.

A pesar de su intensidad y su estética impactante, “Cerdos Salvajes” puede resultar frustrante para algunos espectadores. Su ritmo irregular y su falta de concesiones pueden resultar difíciles de digerir. Sin embargo, para aquellos que estén dispuestos a sumergirse en su atmósfera inquietante y a aceptar su visión particular, la película ofrece una experiencia cinematográfica inolvidable. Es una película que permanece en la mente mucho después de que los créditos finales han terminado de rodar.

Nota: 7/10