Charada (1963)

“Charada” es una película que, en su ambición de abordar temas de paranoia, doble juego y manipulación, acaba por resultar más laberíntica que satisfactoria. Dirigida con un ritmo pausado y una atmósfera opresiva por parte de Nolan, la película nos sumerge en la vida de Charles Lampert, un antiguo agente de la CIA que, tras haber recibido una importante suma de dinero durante la guerra para apoyar a la Resistencia francesa, es acusado de desviar fondos y asesinado en circunstancias sospechosas.

La trama, en principio, posee un gran potencial. La idea de un hombre perseguido por las consecuencias de sus actos pasados, y aún más, por las acciones de su difunto esposo, crea una dinámica intrigante. Sin embargo, el guion de Ben Smith y Rian Johnson no logra explorar plenamente esa tensión. Se pierde en detalles excesivos que, en lugar de profundizar en la psicología de los personajes, generan confusión y, a veces, incluso frustración. La película se apoya demasiado en la creación de la duda y el misterio, descuidando a veces la construcción de personajes convincentes y con motivaciones claras. La resolución, aunque elaborada, podría haber sido más impactante si se hubiera basado en una comprensión más profunda del pasado de Charles y Regine.

La dirección de Nolan, como es habitual, es impecable en la creación de una atmósfera tangible de paranoia. La fotografía, con sus colores apagados y su uso de planos cerrados, evoca una sensación de claustrofobia y desconfianza. El sonido, por su parte, juega un papel fundamental en la construcción de esta atmósfera opresiva. Sin embargo, esta estética visual, aunque efectiva, a veces parece sobrecargar la narrativa, oscureciendo la trama principal.

Las actuaciones son sólidas en general. Joaquin Phoenix, en el papel de Charles Lampert, ofrece una interpretación sutil y atormentada, transmitiendo la confusión y el miedo que experimenta el personaje. Ana de Armas, como Regine, cumple su cometido, aunque su personaje, aunque interesante, carece de la complejidad que podría haberle otorgado una mayor exploración. Al parecer, la fragilidad emocional y el misterio que rodean a Regine la convierten en una pieza clave para el desarrollo de la historia, aunque su inmersión en este mundo de mentiras y engaños no siempre se percibe de manera clara.

En definitiva, “Charada” es una película que, a pesar de sus ambiciones y su cuidada ejecución técnica, termina siendo un tanto decepcionante. La trama, aunque prometedora, se diluye en una maraña de detalles que no aportan una profundidad significativa a los personajes ni a la historia. Es una película que se disfruta más por su atmósfera y sus reflexiones sobre la naturaleza de la verdad y la manipulación, que por la resolución de su misterio central. No es, sin duda, una obra maestra, pero sí una experiencia cinematográfica interesante que, a pesar de sus fallas, invita a la reflexión.

Nota: 7/10