Cheatin' (2014)

“Cheatin’”, la última entrega de Bill Plympton, es una experiencia cinematográfica que, de entrada, puede resultar desconcertante pero que, una vez abandonado el deseo de una narrativa lineal y convencional, revela una pequeña joya de la animación independiente. El director, un veterano de la animación, regresa con un estilo inconfundible, un universo visualmente rico y perturbador, y una capacidad inigualable para evocar emociones complejas a través de imágenes. La película no intenta explicar sus propios elementos, sino que se deleita en la ambigüedad y en el cuestionamiento constante del espectador.

La historia, inspirada en la obra de James M. Cain, propone un escenario inicial simple pero inquietante: un accidente de coche que une a Jake y Ella en una relación de absoluta y casi enfermiza fidelidad. Esta conexión, plasmada en una animación meticulosa y en una paleta de colores apagados, transmite una sensación visceral de intimidad y dependencia que, al principio, resulta atractiva. Sin embargo, la introducción de una mujer misteriosa desata una serie de eventos que se desentienden rápidamente de cualquier lógica narrativa convencional. Plympton, en lugar de ofrecer respuestas, nos sumerge en un laberinto de imágenes oníricas y sucesos surrealistas que funcionan, precisamente, por lo que no se entienden completamente.

La dirección de Bill Plympton es, sin duda, el corazón de la película. Cada fotograma es un pequeño poema visual, lleno de detalles sutiles y personajes grotescos que, a pesar de su apariencia perturbadora, despiertan una extraña empatía. La animación, en su mayoría stop-motion, es impecable, transmitiendo una sensación de textura y movimiento que es notable. Se nota la experiencia y el dominio del artista sobre su oficio. Las expresiones faciales, aunque a menudo distorsionadas, son sorprendentemente expresivas, sugiriendo una miríada de emociones que la mayoría de los directores de animación no logran comunicar con tanta eficacia.

Si bien la trama, o más bien la ausencia de ella, puede frustrar a algunos espectadores, es precisamente este desapego de las convenciones narrativas lo que hace a “Cheatin’” tan fascinante. Plympton no se preocupa por construir un argumento sólido o ofrecer un final satisfactorio. Su objetivo es, evidentemente, provocar, cuestionar y provocar la reflexión. La actuación vocal, aunque limitada, es suficiente para dar vida a los personajes, y la ambientación, aunque minimalista, es evocadora. Es una película que exige al espectador que se entregue a su propia interpretación, que se deje llevar por las imágenes y que se permita ser desconcertado. No es una película para todos los públicos, pero para aquellos que aprecien la experimentación y la audacia visual, “Cheatin’” es una joya escondida.

Nota: 7/10