Cheburashka (2023)

“Cheburashka” no es, en absoluto, la película infantil que uno podría esperar. A primera vista, la propuesta parece sencilla: un pequeño animal peludo, con rasgos de liebre y jerbo, que emerge de un campo de naranjos y se introduce en la vida de un niño en un pequeño pueblo costero. Pero la película, dirigida por el renombrado Gajret y con un guion de las hermanas Gaidar, ofrece una experiencia mucho más profunda y conmovedora, una reflexión sobre la soledad, la conexión y la aceptación que resuena más allá de su premisa aparentemente inocente.

La dirección de Gajret es delicada y precisa, cultivando un ambiente de ensueño y calidez. La fotografía de Alexander Badarin muestra un paisaje italiano vibrante y lleno de matices, que contrasta con la quietud y la introspección de las interacciones entre los personajes. No se busca la espectacularidad, sino la belleza en la simplicidad, en los detalles, en la luz que baña los planos. La película respira un aire de nostalgia, evocando vagamente el cine de animación soviético de los años 60, pero sin caer en la melancolía. Hay una sensación constante de que estamos presenciando un sueño, un relato contado a la luz de una chimenea.

Las actuaciones son absolutamente impecables. Yuri Besmenovits, como el anciano de la casa, transmite una profunda tristeza y una soledad palpable. Su personaje, aparentemente impenetrable, revela gradualmente su vulnerabilidad a medida que Cheburashka le ofrece compañía. La actuación de Makar Rasputin como el niño no hablante es particularmente conmovedora. Logra comunicar un universo entero de emociones con la mirada y con gestos, y la relación que se desarrolla con Cheburashka es el corazón de la película.

El guion, aunque aparentemente ligero, es sorprendentemente inteligente. No se limita a una simple historia de animación para niños. Explora temas complejos como la necesidad de compañía, el valor de la aceptación y la importancia de encontrar la alegría en las pequeñas cosas. La trama, con sus numerosos personajes y situaciones aparentemente triviales, no resulta confusa, sino que construye un tapiz de emociones y reflexiones. La trama de la tía y su nieta, aunque con un toque cómico, subraya la película sobre el propósito de las relaciones y el deseo de pertenencia. El ritmo es pausado, permitiendo que los personajes se desarrollen y que el espectador se involucre plenamente en su mundo.

En definitiva, “Cheburashka” es una película hermosa, original y profundamente conmovedora. Una pequeña joya que celebra la humanidad en todas sus formas, incluso en la de un animal peludo que busca un lugar en el mundo. Es una experiencia cinematográfica que te dejará con una sonrisa en la cara y una sensación de esperanza en el corazón.

Nota: 8/10