“Chevalier”, la nueva película de Edward Scissorhands (de cuyo director, DreamWorks Animation, se había alejado para centrarse en proyectos más cinematográficos), es un logro visualmente impresionante, pero que, lamentablemente, no logra alcanzar la profundidad emocional que su premisa, tan atractiva, requiere. La película relata la vida de Louis-Joseph Désiré, el Marqués de Saint-Georges, un talento extraordinario nacido en la Francia del siglo XVIII, hijo de una mujer francesa y un esclavo africano. Su historia, una mezcla de virtuosismo musical, habilidad en la esgrima y, lo que es más importante, la lucha por encontrar su lugar en una sociedad profundamente dividida por el racismo y las jerarquías sociales, promete un drama épico. Y en gran medida, cumple con ese objetivo, aunque sin llegar a la innovación y la convicción necesarias.
La dirección de Martin Provost es, sin duda, el punto fuerte de la película. El uso del color es exquisito, evocando la opulencia y la artificialidad de la corte francesa, contrastando con la sobriedad y la melancolía que caracterizan la vida de Louis-Joseph. Las escenas musicales son particularmente cautivadoras, no solo por la calidad de la música –que es magnífica, con arreglos originales que resuenan con la elegancia del periodo–, sino por la manera en que se integran en la narrativa. Provost ha logrado capturar la pasión y el genio de un músico excepcional, dotando a la pantalla de momentos de intensa belleza y dramatismo. Las escenas de esgrima, coreografiadas con maestría, no son meros espectáculos de acción, sino que representan la búsqueda del control y la dominación, reflejando, en cierta medida, la lucha interna del protagonista.
Las actuaciones son, en general, sólidas. Rufus Dubois, como Louis-Joseph, ofrece una interpretación contenida pero inteligente, transmitiendo la complejidad de un hombre atrapado entre sus talentos y la realidad de su origen. Aunque Dubois no entrega una explosión emocional desbordante, su mirada y su lenguaje corporal comunican la frustración y la resignación de un individuo que sabe que, sin importar su talento, siempre será considerado un "otro". Sin embargo, el reparto de secundarios, mientras que competente, carece de la profundidad necesaria para profundizar en las relaciones de Louis-Joseph con su entorno. La película se centra tanto en el personaje principal que, por desgracia, limita el desarrollo de los personajes que lo rodean.
El guion, escrito por Martin Provost y Daniel Radovanovic, plantea preguntas importantes sobre la identidad, la raza y el privilegio, pero a veces se siente algo superficial. La película tropieza con la dificultad de abordar el racismo de manera efectiva, sin caer en estereotipos o simplificaciones. El tratamiento de la relación de Louis-Joseph con su padre, aunque presente, no es tan desarrollado como podría haber sido, lo que resta peso a la reflexión sobre la transmisión de la identidad y la memoria familiar. Además, la trama se siente a veces como un desfile de logros y talentos, sin llegar a profundizar en los conflictos internos del protagonista y en las implicaciones sociales de su existencia.
Nota: 6/10