Chicago (2002)

“Chicago” de Rob Marshall, estrenada en 2002, no es simplemente un musical, es una celebración del teatro, de la ambición desmedida y de la naturaleza inherentemente corrupta del estrellato. La película, inspirada en la obra teatral homónima, se atreve a jugar con la dualidad entre la moral y la espectacularidad, ofreciendo una experiencia visual y auditiva absolutamente cautivadora. Marshall logra transformar la historia de Roxie Hart en un espectáculo de baile deslumbrante, donde cada número musical es una explosión de color, movimiento y energía.

La dirección de Marshall es magistral, pero no se limita a la puesta en escena. Observa con atención cómo utiliza la cámara para implicar al espectador en el caos de la ciudad y en la paranoia que reina en el mundo del espectáculo. La cinematografía, a cargo de Dante Ariosti, es exquisita, con una paleta de colores vibrante que evoca la época del jazz y el glamour de los años 20. Sin embargo, es en las escenas de baile donde la película realmente brilla, ya que Marshall no se conforma con coreografías prefabricadas; más bien, logra que cada baile sea una extensión de la trama y de las emociones de los personajes.

El elenco es, sin duda, uno de los puntos fuertes de la película. Renée Zellweger ofrece una interpretación devastadora como Roxie Hart, logrando transmitir la inocencia inicial, la ambición desmedida y la posterior locura de la protagonista. Pero la verdadera revelación es Catherine Zeta-Jones, quien interpreta a Velma Kelly con una intensidad magnética. Su voz es potente, su presencia en pantalla es dominante y su interpretación de una mujer ambiciosa, cruel y seductora es inolvidable. Ryan O'Neal como Morton Frank es un alivio cómico efectivo, pero su personaje, aunque importante para la trama, no alcanza a tener el mismo impacto que los dos protagonistas femeninos. Theo Ben como Billy Flynn añade una capa de ambigüedad moral que complica la narrativa.

El guion, adaptado de la obra teatral de Maurine Runcie y John Kander, es inteligente y, a veces, despiadado. Si bien la película se adhiere a la esencia de la obra, también amplía algunos aspectos, particularmente en lo que respecta a la exploración de la psique de Roxie. La relación entre Roxie y Billy Flynn se siente orgánica y llena de tensión, y la forma en que la película disecciona la manipulación y la falsa moralidad de Flynn es particularmente brillante. El musical, por supuesto, es el corazón de la película. Las canciones de Kander y E.L. Doctorhead son tan memorables como intrínsecas a la trama. La banda sonora es, sin duda, un elemento clave para el éxito del film.

En definitiva, “Chicago” es una experiencia cinematográfica que exige ser vista en pantalla grande, permitiendo que la grandiosidad visual y la intensidad emocional del musical golpeen con toda su fuerza. Es una película con una ambición considerable que, en su mayoría, logra cumplirla.

Nota: 8.5/10